miércoles, 30 de abril de 2008

In the middle of summer


El rasgar de una guitarra rompe el aire denso de la noche juliana, llenándola de extraños coloquios que de puntillas entran en la plaza recortada en negros cantos de grillos. El silencio es un grito que brota de paredes y piedras. Es noche cerrada.

Han dado las tres y el campaneo ha resbalado perezosamente por el severo perfil de la torre de la iglesia, dejando luego huecas las callejuelas; tras su paso, la oscuridad esbelta de la palmera se cimbrea imaginando fantasmas y dulcineas en cada esquina.
La imperceptible brisa crece y se hace ventarrón por momentos; con aires chulescos cual valentón ebrio, tropieza en las puertas de las casas y bate persianas con ganas de gresca.

En un poso de noche la luna derrama su plata y el sueño del cristal emerge, refulge, despierta con su luz niña el éter cansado del estío. Allá por las sierras que circundan el horizonte de la ciudad, se vislumbran amaneceres eléctricos y el empedrado centenario parpadea por un momento deslumbrado. Luego no queda nada; algún tambor lejano late equivocado y el chaparrón que se acerca, saluda, mira y luego se aleja.

El parlamento mudo de dos farolas baña de oro blanco los diminutos rostros de miles de mosquitos disfrutando de su última noche; su incesante aletear pone un ronquido breve en la plaza.
Los balcones se asoman a ella mirándose los unos a los otros con severa reserva, escondiendo la vida detrás de sus negras rejas. Julio-1999. Cieza.

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