martes, 23 de febrero de 2010

Judas


No hubo quien escuchara sus razones
y su aliento se confundió con la niebla de aquella noche.
No hubo quien le llorara
y su grito postrero conformó el silencio de aquella noche.
No hubo quien lo echara a faltar
y la duda creció junto al trigo negro en aquella noche.
No hubo quien cortara el dogal que ornaba su dulce cuello
y su lengua lamió las lágrimas encendidas de aquella noche.
No hubo quien pronunciara una oración
y las piedras lo acogieron con su sordo entrechocar aquella noche.
No hubo quien cantara su canción
y el viento arrulló el sueño de diamantes de aquella noche.
No hubo quien le iniciara en el amor
y sus brazos yertos abrazaron el vacío de aquella noche.
No hubo túnica desechada por sortear
y el cuchillo de la luna rasgó con su lámina de luz
el manto de la noche.
No hubo quien arara su campo de ilusiones
y su mano inmóvil cosechó el rocío cuajado de la noche.

La Duda abandonó el duelo ocupando su lugar el sueño.
La Verdad no acudió a la cita;
sólo se escuchaba el viento.
Ni un amigo que lo recordara,
ni un sendero que lo guiara,
ni letrero que lo identificara.
La vida traspasó el quicio
y la noche preñó a la nada.
El día despertó la sombra del árbol
con su lazo y su muerto.
Dios llamaba a juicio.

jueves, 18 de febrero de 2010

Oración


Cubierto por la necedad de mis días
perdón y clemencia, Señora, os pido.
Que la llama insomne de mis sueños
no la apaguen la desesperanza ni el olvido
y que en la bruma sonora de mis pasos,
además de la amargura en el verso
y la sal en la herida,
halléis la huella oscura de mi torpeza, sí,
pero también y sobre todo
mi piel tatuada con vuestro nombre,
abierta de par en par a vuestras caricias.