jueves, 17 de marzo de 2016

Todos somos invisibles




El deseo de ser invisible, como el de volar o el de viajar en el tiempo, es algo inherente a todo ser humano y como tales, hemos cargado con él de generación en generación. Cuando deseamos el poder de la invisiblidad, lo primero en que hemos pensado es en su rostro más agradable con el ánimo de aprovecharnos de esa cualidad para robar (un banco, un beso, la intimidad ajena...), escapar de un peligro, o ayudar a alguien por algún motivo.

El cine y la literatura han ido más allá cuando se han apoyado en este primitivo deseo. Acabo de releer un cuento fantástico de Robert Silverberg (Para ver al hombre invisible) en donde los criminales no son castigados en términos concretos, como podría serlo la cárcel, sino que son exiliados de la sociedad de una forma inconcebible: la gente sencillamente se rehúsa a verlos, lo cual sume al delincuente en una perpetua soledad.

Ser invisible es también la posibilidad de acceder a la impunidad absoluta. Pero esa impunidad tiene un tenebroso reverso. No en vano Gollum se degrada más y más a medida que utiliza el Anillo Único; lo mismo que Frodo y todos aquellos que lentamente se hacen adictos a la invisibilidad; es decir, a la expresión sin culpa, remordimiento o castigo de su lado oscuro.

Hay otra invisiblidad que nadie o muy pocos desean; aquella que la edad impone con el correr de los años. Conforme vamos alcanzando altura en el calendario particular de cada uno/a, en este mundo donde el escaparate está montado desde la mañana hasta la noche, lo que no es "joven/way/moderno/in" no es que no interesa, es que literalmente "no se ve".
Suponiendo que la ancianidad, que la enfermedad, la muerte misma, son aspectos "feos" de esta decadente humanidad, pasamos por su lado sin que nuestra atención descanse lo más mínimo sobre esos estados de la vida. De tal manera ocurre esto, que ya hay encuestas, trabajos, estudios, que denuncian con los datos en la mano que la gente enferma y muere acuciados por su indeseable invisibilidad y su más inmediata consecuencia, la soledad. Morimos solos, como el Cristo que en estos días vamos a pasear por nuestras calles...
Pero ¿qué es lo visible y lo invisible? Lo visible, acotando su significado y para no cansarte demasiado, lector de mis entretelas, se resume en toda aquella superficie que refleja la luz... Pero el resultado de lo que refleja la oscuridad, el brillo de las sombras, es mucho más incierto.

Porque los demás pueden ver sólo una parte de nosotros mismos; la mejor parte, cuando somos lo suficientemente cuidadosos, pero nunca los recónditos laberintos del ser. En cierta forma, somos mucho más invisibles, todos/as, de lo que pensamos.