miércoles, 8 de julio de 2009

Donde reside la poesía


Desde que dedico parte de mis días a cortejar a la poesía, siempre me he preguntado si el poeta o "aprendiz de", debe necesariamente navegar por espacios de tristura para poemizar la realidad que le envuelve, ya sea por mares interiores o por paisajes robados a la realidad, o si por el contrario encuentra belleza en la palabra siendo también persona riente y enmarcada en la felicidad de este mundo.

Sí pienso empero y de ello me siento creyente, que de la bobería complaciente del que nada aborrece ni a nada aspira no se obtiene más que ripiosas imágenes de mundos que, por escasamente vividos y poco sufridos, apenas encajan con vida alguna; ni con la propia, ni mucho menos con las ajenas.

El dolor correctamente asimilado, es decir, presente y testigo fiel de su incómodo discurrir por las emociones, produce alejamientos beneficiosos de todo aquello que daña el existir placentero al que todos aspiramos. Con el dolor descubrimos la capacidad de sobornar a la espesa condición humana cuando los días no suben y bajan por el calendario a gusto nuestro. Entonces nace una necesidad nueva, la de engañarnos con elegancia, con el único ánimo de resistir y también de lucir ante los demás las heridas de la lucha entre el Destino terco y mi deseo de manejarlo a mi antojo.

De toda esa oscura lucha, si uno o una tiene las herramientas listas y el alma con las ventanas abiertas y en carne viva, nace el bendito placer -bañado quizá en cierto sadomasoquismo- de engañar al sufrimiento, aún a sabiendas de que en esa guerra no se sale victorioso jamás; los dioses vencen, siempre, pero no convencen, nunca.

Todo ello me hace creer que es imprescindible cierto grado de oscuridad en el alma para que la poesía venga a la luz de la conciencia y reine en las tenebrosas parcelas de la sempiterna derrota humana.
Y vuelvo al principio y renuevo la pregunta: ¿Puede el poeta satisfecho y contento despertar la maldad ególatra de los dioses y obligarlos a luchar en tan desigual batalla, "obligando" al Destino a ganar una y otra vez la guerra universal del Hombre/Mujer contra los hados del Olimpo?

Concluyo y dicto para mí que el artista encuentra en sus lágrimas y sólo en ellas, la mejor medalla concedida por los señores del Olimpo, ganada -mejor diría arrancada- contra todo aquello que se opone al ideal imposible de estar vivo gobernando todos los sueños, uno a uno.