miércoles, 19 de agosto de 2009

Doutzen


Se llama DOUTZEN KROES, pero lo del nombre es lo de menos.
Le seguía la pista desde hacía algún tiempo por los spots televisivos de una marca francesa de champús, pero por más que indagaba sobre su identidad, los resultados eran nulos. Su rostro me decía algo, como si la conociera de no sé de dónde ni de cuándo, si era el rostro de alguna vecina, de alguna parienta o amiga...
Hasta que recordé que...¡Ahí va, si está San Google!

Así que le puse algunas velitas al Santo más Santo de mi devoción y esta mañana, dándome una vueltecica como acostumbro por los amenos territorios cibernéticos de YouTube, ¡zas! ¡milagro!, se me apareció la solución.
En cierto modo y de alguna manera, "me he hecho con ella"...¿Qué cuesta soñar?

Después de todo y tal como canta A. Sanz en su canción Y SI FUERA ELLA, la mujer que todos los hombres buscamos porque todos la llevamos dentro pero que muy pocos la encuentran, (¿cuántos, eihn?) suele aparecerse bajo el manto de su avatar en ciertas mujeres que se nos aparecen de vez en cuando.

El problemo y bien gordo para nosotros es cuando confundimos la imagen de la Diosa con la Diosa misma; y no es lo mismo, ¡qué va! No, no es lo mismo.
Pero la vida está llena de sucedáneos, y de sabios es el contentarse con ellos; aunque los poetas solemos preferir estrellarnos en la crudeza de cualquier desengaño.
Esto algunos/as lo llaman masoquismo...

martes, 11 de agosto de 2009

La visita del terror


Relato a prisa y corriendo de los acontecimientos que tuvieron lugar en los cielos de la ciudad de Cieza y comarca, la tarde del 9 de agosto de 2009


Las 16'20 de la tarde. El sopor me tiene adormilado en el sofá, párpado arriba, pàrpado abajo, a la espera de una visita que se ha apuntado a última hora a la sobremesa. El bochorno es insoportable y en mi cerebro parece que todo pensamiento estuviese inmovilizado, pero la oscuridad inusual que se cuela por el balcón me despierta alguna que otra inquieta sensación. En una de esas veces en que parece que el sueño me vence oigo sonar el móvil. Es Claudio Caballero.

Le escucho a duras penas mientras avanzo trabajosamente por tierras de la vigilia recién despertada; me habla nervioso con la voz alterada de la presencia de un "enorme bicho" por los cielos cabalgando a lomos de la siesta.

Me invita a presenciarlo y me cita a unos 500 mts más allá de la Venta del Olivo, donde existe un vado que pasa por debajo de la autovía Murcia-Albacete. Intento excusarme aduciendo como causa y efecto el horrendo calor que nos azota a esas horas, pero finalmente la adrenalina que al parecer los meteo-locos llevamos en los genes me azuza a levantarme del asiento en donde yazgo desmadejado y sin ansias y decido ir, así que me tomo un café a pie de cocina, enciendo un pitillo y cogiendo las llaves del coche me marcho.

Ya en la carretera observo que los estratos cubren todo el horizonte norte, sin apreciarse forma alguna de los cumulonimbos que seguramente ocultan tras su capa grisácea; pero me huelo que allá hay algo escondido, y no bueno; la radio de onda media con sus inconfundibles chasquidos eléctricos y alguna "culebrina" que se dibuja en el negror que tengo delante me dan la razón.

Me pregunto con cierta inquietud qué demonios me deparará la tarde, al tiempo que paso por delante de la Venta y me adentro en aquella oscuridad sospechosa.
"Estas nubes de verano son siempre peligrosas, aunque muy espectaculares", me digo mientras dejo que mis nervios enciendan otro cigarrillo.


Ya he llegado al sitio indicado y Claudio aún no ha llegado, aunque me acaba de llamar comunicándome que está en camino. Llueve intensamente y por los cielos parece que hay una estampida; es un trueno largo e informe, sin la melodía conocida y sin ritmo.

Llega mi amigo, charlamos un poco y como vemos que con lo que está cayendo es imposible ver nada concreto, desistimos de echar fotos y nos vamos más abajo, a la propia Venta del Olivo. Además, está entrando agua, barro y restos de ramas y piedras en el pequeño túnel, por lo que algo temerosos del nivel que puedan alcanzar los acontecimientos salimos raudos de allí. A todo esto, la temperatura ha bajado de forma ostentosa y las rachas de viento y agua helados nos azotan las piernas y la cara.

Llegados a la Venta nos reguardamos bajo la marquesina de la gasolinera. Empieza a caer granizo en pequeñas proporciones. Como somos ya bastantes los que estamos guarecidos del cielo en aquel lugar y no queriendo molestar a los encargados del surtidor, dejamos el refugio y nos volvemos a Cieza con el bicho a cuestas.

Lo veo por los espejos y su aspecto es cada vez más y más amenazador. Suponiendo que estamos fuera de peligro y que la dirección de la célula tormentosa no nos coge en su recorrido, nos apartamos a la altura de Cárnicas Pastor.

Nos bajamos de los autos y contemplamos el espectáculo celeste más tenebroso y caótico, pero a la vez más hermoso que ambos hayamos podido presenciar en nuestra perra vida. Un arcus gigantesco que llena casi todo el horizonte visual se alza a unos 40º sobre el cielo; sus "barbas" verdosas no presagian precisamente nada bueno.

Pero con todo lo fabuloso que pueda ser su estampa, lo que más nos roba la atención es lo que dicho arcus lleva "atado" en su cola por el suroeste; un círculo descomunal de nubes negrísimas está girando en el sentido ciclónico y en medio de los "wallclouds" de sus bordes se adivina el hielo azul verdoso del pedrisco.


Entusiasmados con lo que estamos viendo y mientras le disparamos foto tras foto, no nos damos cuenta de la peligrosa cercanía de aquel embudo negro. El borde de la supercélula comienza a levantar un viento huracanado, que debido a la tremenda sequedad del terreno es lo más parecido a una tormenta de polvo y arena; mis recuerdos del Sahara en mis años de "mili" se abren paso en mi memoria por unos instantes.

Salimos a desgana del escenario; nos hubiera encantado estar allí unos minutos más, pero aquello se nos echa encima. Volvemos a los autos y seguimos vigilando los espejos. Al llegar a la altura del restaurante La Cabaña, aparcamos de nuevo con el ánimo de despedirnos del show estival e incapaces de dejarlo allá arriba sin ponerlo de nuevo delante del objetivo de nuestras cámaras y de nuestros ojos.

El arcus remonta la Sierra de Ascoy con su cortinaje de oscuridad, pero el aspirador giratorio que lleva asociado más al sur parece que viene en nuestra busca, encajonado en el valle del río Segura.
SU ASPECTO ES ATERRADOR.
Sobre todo su ojo verde azulado, alrededor del cual gira el sistema. El asombro nos detiene más de la cuenta, hasta que oímos un tremendo golpe en la uralita de uno de los tejados del lugar.

Claudio y yo nos miramos y con pocas palabras montamos otra vez en los coches y con prisas y sin pausas volamos a lugar seguro, para nuestras cabezas y para la carrocería y cristales de nuestras monturas mecánicas.
Llego a casa justo a tiempo. A los pocos segundos, el cielo comienza a derrumbarse con infernal estruendo.

(En ESTA WEB se puede ver el reportaje que arriba describo con fotos del evento)

miércoles, 5 de agosto de 2009

La Dama de los Cabellos de Oro


En los mundos de la Imaginación y de la Magia, es imprescindible seguir ciertas reglas dictadas desde la Antigüedad más remota a todos aquellos y aquellas que nos atrevemos a navegar por tan procelosos mares. El conflicto sobreviene entonces al no saber convivir en dos mundos que, aunque discurren paralelos y tienen la misma base mental, tienen que disciplinarse por leyes insalvables....Insalvables si queremos seguir jugando, disfrutando y existiendo en ambos.

Fue lo que supo Cenicienta desde el mismo momento en que pisó palacio, aunque el embrujo de la noche y de los encantamientos que le rodeaban estuvieron a punto de hacerle caer por el precipicio del desengaño; malparada y enormemente amargada llegó a casa, antes de que su amado descubriese que la carroza sólo era una vulgar calabaza y que los hermosos corceles que tiraban de ella no eran sino meros ratones.
Las normas estaban claras: a medianoche la bella criada debería volver a su horrenda condición, bajo las innobles leyes que su madrastra y sus hermanastras le dictaban.

Cuando la vi y ella me contempló mirándola, supe que tal como ya había ocurrido anteriormente en otras ocasiones parecidas, debía ajustarme a las leyes que los mundos de la imaginación imponen de forma inexorable.

Los hombres solemos confundir el avatar de la Diosa con la Diosa misma, de ahí la causa de muchos fracasos amorosos. Pero uno ya va siendo zorro viejo y sabe -¡ay, qué pena penita pena!- que ambas "realidades" no son casi nunca idénticas, por lo que el deseo de apegarse a la imagen y enredarse en la torpeza de idilios fantásticos terminan pronto, mal y con daños muchas veces irreparables para el alma de los amantes.

Acabó el verano y nos separamos sin saber nada el uno de la otra, ni nombres, ni historias ni currículos...
Sólo el recuerdo vivo de sabernos felices mientras anduvimos por realidades que, por más que las prologásemos, jamás llegarían a existir juntas. Una cabellera envidiada por el sol de poniente, un cuerpo en donde la música de la vida sonaba hermosa aunque distante y un álbum de recuerdos escaso, como casi todos.

Supongo que con los primeros vahídos del otoño, el sepia de la memoria marcará la vivencia con la distancia imposible con la que suelen terminar estas aventuras por la tierra de los cuentos de hadas, monstruos y caballeros andantes.
Pero si hemos sido lo suficientemente inteligentes, siempre quedará un zapatito de cristal como pista, dejado con las prisas del día a día en las escalinatas de nuestro Palacio Interior.
Ya entonces sólo bastará que nuestro Príncipe inicie la búsqueda de la Princesa desaparecida allá por los años de nuestra infancia, cuando alguien nos convenció de que los cuentos unicamente son cuentos, y que los cuentos, cuentos son.

(Written any day at any time. La Manga, July 2009)