Pocas personas se dan realmente cuenta del batiburrillo mental que llevan a cuestas desde que levantan los dos párpados bien temprano por la mañana. Pocos son los que se paran a pensar QUIÉN o más bien QUIÉNES hablan, juzgan, dictan sentencias, discuten, se emocionan (para bien o para mal) dentro de su cabecica, justo detrás de los ojos, ahí donde muchos creen que habita el duendecillo, el juez o el fiscal, el contable, el enamorado o el avergonzado que mueve los hilos de nuestras vidas practicamente desde que empezamos a tener «uso de razón».
Sin embargo, miles y miles de autopsias establecen y dictaminan que ahí, en ese punto interior situado mahomenos entre ceja y ceja, no hay NADIE.
¿Entonces?
Esos personajillos que, al parecer, nos los hemos inventado (con mucha dedicación e ingente cantidad de tiempo; no fue fácil, no...) o nos los ha incrustado la sociedad y la familia desde nuestra más tierna infancia, manejan descaradamente nuestros pensamientos y emociones, nos imponen nuestras creencias e ideas, nuestra forma de ser, en definitiva nuestra manera de ver el mundo y a sus habitantes y hasta el estilo de cómo vivir «nuestras vidas».
No es nada fácil desenmascararlos, verlos en acción, contemplarlos en plena faena y ya no digamos anularlos y tomar el verdadero control de nuestras existencias, pero quizá eso sea precisamente la principal misión y trabajo mientras estemos por estos lares sea el tiempo que sea; decía a propósito de esto Oscar Wilde que la principal tarea del ser humano es la de crearse su PROPIA alma; tal vez tuviese razón el poeta...
Anyway, te propongo un sencillo ejercicio para empezar a tener un poco el mando sobre tu vida, o al menos empezar a sospechar que ALGO está jugando contigo sin que te des cuenta; ya avisaba de ello el psicólogo murciano Pedro Jara en su magnífico libro «Adicción al pensamiento», cuando aconsejaba a sus lectores que tuviesen sumo cuidado conque sus mentes no les engañasen.
Vayamos por tanto con el ejercicio o práctica en cuestión.
Cada vez que se te venga a la cabeza uno de esos pensamientos que te ponen «la sangre negra y se te sube la bilirrubina a la raíz de tu cabellera», y que notes que las emociones te desbordan y el grito o el exabrupto o el insulto llaman a la puerta de tu garganta, DETENTE, cuenta hasta 50 (los hay que lo hacen hasta 100) y luego permite a tus emociones manifestarse, a ver si el enfado ha cambiado en algo, si ha perdido intensidad, si la palabra se ha moderado y el grito ha sido postergado.
Haz lo mismo cuando después de leer o escuchar a ese OTRO/A al que Sartre calificaba como «el verdadero infierno», tu fiscal y tu juez ya están listos para emitir un veredicto y una sentencia.
A lo mejor de esta manera empiezas a ser un poco más dueño/a de ti mismo/a, dueño o dueña de ese DON que nos dieron a todos por el simple hecho de venir a la Vida y por supuesto sentirnos vivos, para lo bueno y para lo no tan bueno, pero vivos y coleando.
Prueba a ver. Aunque sólo sea por intentarlo, ya merece la pena.
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