viernes, 30 de agosto de 2019

The way I am

Anuncian la primera gran calorina del año, pero esta tarde, sentado en "mi sitio" junto a la ventana abierta de par en par, el aire aún se siente algo fresco....Se escucha el rumor de las hojas secas correr por el suelo del jardín contiguo, agradable parlamento en el que se substancia todo lo que quiero escuchar esta tarde de violentos arreboles al compás de mis pensamientos.
La tarde entra en esas horas en las que el día abre las puertas quedamente a la noche que ya se intuye en las sombras que inundan el lugar, mientras en mi cerebro danzan cansinos deseos demasiadas veces expuestos a la luz de mi conciencia. Por el ventanal abierto, las asoladas planicies del campo abierto se asoman a mi dormida nostalgia...
A veces, cada vez con más y más frecuencia, aquellos deseos que estimularon mi mundo secreto, aparecen como espíritus venidos de un tiempo en el que mi sangre corría con más vigor por mis venas maestras; ahora los estímulos son menos, los sueños no me agarran, me cansa el desear lo imposible y mi dama apenas ya aparece.
Un denso y oscuro nubarrón se dibuja por encima de las lejanas lomas. Puede que esta noche, aunque sea por hacer distinta la perspectiva, tengamos luces eléctricas y truenos por los cielos. No estaría mal, para variar. Para romper la monotonía y la sosez de una vida que se me escapa cada vez que me asomo a un espejo. Siento que las pasiones y las alegrías y hasta las penas de los demás ya no me mueven como antaño, aunque mi estúpido ego sigue quejándose (y yo quejándome de sus estúpidas quejas) de cualquier brecha que cualquier estupido le abre en su delicada piel de porcelana oscura. Eso me cansa y me aburre.
Una brisa penetra abruptamente por el mirador trayendo una brizna de lluvia en su regazo de aire que agradezco, porque la nube negra que por poniente se cernía sobre el horizonte hace unos minutos, aparece ahora más cercana y amenazante cubriendo casi la mitad de la bóveda celeste.
Sin embargo, mi soledad aguanta todavía en el oscuro obervatorio cercano al jardín. Las sombras crecen a mi alrededor y creo oír algún trueno lejano caído de lo alto. La soledumbre del momento hace callar a los diminutos habitantes alados que pueblan los fresnos de enfrente; solo el viento y los distantes truenos pueblan el silencio del lugar. Hasta mi mente calla, y una extraña y amable dicha embarga mi corazón, mientras las tinieblas van ganando parcelas en el cielo amenazadoramente.
Allá a lo lejos, las virgas de agua se precipitan sobre los resecos sembrados y el denso pinar que corona la cima de la colina distante, mueve con cierto enfado su verde cardado ante el descenso violento del aire en rachas. Me he sacado el sillón y la mesita al porche abierto; allí la vista abarca más espacio. Acto seguido, prendo fuego a un cigarrillo mientras escancio en un vaso un poco de escocés con hielo. Muevo el vaso y escucho con placer el breve sonido de los cubitos entrechocando dentro del meloso brebaje. Un sorbo, una calada al cigarrillo y una mirada a la todavía lejana tormenta. Por un momento soy gato, con ese mirar y vivir meditativo tan particular de los felinos caseros en los que únicamente cabe el aquí como ultimísimo destino y el ahora eterno, sin pasado que hiera o desocupe ni futuro que ocupe ni preocupe.
Estoy solo en la casa, como de costumbre, pero al menos esta tarde el escenario que contemplo a mi alrededor me aparta de mi ansiedad por un rato; espero que esto dure, al menos hasta que la noche termine por devorar lo que queda del día.
Raro es el día que mi gastado corazón no pasa del dócil trote al galope ante mi desasosegante quietud y mi impaciente espera a la vera del milagro imposible. El tiempo parece suspendido de aquellos negros presagios que avanzan hacia mí...
Vuelvo a darle un trago al güisqui y apuro mi cigarrillo, mientras siento que la tristeza me asola por momentos; nos conocemos bastante bien, la verdad sea dicha; sus visitas diarias ponen su puntito de hiel a mis horas...Otras veces es que simplemente me aburro, me aburre la gente con sus vidas tan parecidas a novelas que ya leí, a pelis que ya vi, a situaciones que ya viví o tal vez soñé que viví hace mucho, mucho tiempo. Me desangro de aburrimiento; quizá por eso y ya que mi espíritu no esta predispuesto más que a lamerse las cicatrices causadas por lo que fue y es y por lo que pudiera haber sido y no es, la Dama apenas aparece por las horas en las que navego despierto, o tal vez exagero al decir lo de estar despierto. Pero eso no quita para echarla de menos y hacerme sentir huérfano de su ausencia, náufrago del único barco que me aceptó como pasajero desde que me lanzaron al mar de la vida y mi conciencia empezó a surcar rutas que yo jamás imaginé.
Hambre de belleza, belleza que cubra mis ojos de epifanías nunca antes sentidas, belleza que alimente mis oídos de voces y sonidos singulares, de palabras con sentido dichas desde la sabia boca del que habla porque sabe y comunica interés y buen conocimiento... Hambre de amor, del que se da y del que se recibe sin acuse de recibo ni deuda a pagar, hambre y sed de caricias, de vaciarme en abrazos necesitados o de romperme yo mismo en medio de unos brazos que abarquen sin pedir nada a cambio toda mi via errada...La eterna necesidad de que te quieran porque sí, tal cual. Hambre y sed de madre...
Oh, la Belleza, la Dama ausente, el hálito perfumado de Dios....o de la Diosa....
La culebrina de un rayo parte en dos el cielo tenebroso y no tarda en escucharse el trueno aparcero, trueno con recovecos y tonalidades oscuras que acaban con el corto discurso mudo de la luz que lo precedió. Así es muchas veces la vida. ¡Dura tan poco la lucidez, es tan breve el engaño...!