Uno ama, o forzado por la vida aprende a amar
los lugares donde vive, o que sueña,
alimentando el universo personal e intransferible que todos creamos de la nada
desde que iniciamos el fuego de la pasión primera hasta la ceniza del adiós,
con secretos susurros de personas o cosas ya idas,
o que nunca fueron quizá,
que te abrazan, que te despiden y te regresan en cada esquina.
Anoto en la vieja piel de un álamo la voz callada de mi deseo,
escrita en savia aún viva en el libro vegetal de esta ribera;
para que ella lo lea algún día cuando pasee por allí su soledad,
seguramente tan enamorada como la mía.
los lugares donde vive, o que sueña,
alimentando el universo personal e intransferible que todos creamos de la nada
desde que iniciamos el fuego de la pasión primera hasta la ceniza del adiós,
con secretos susurros de personas o cosas ya idas,
o que nunca fueron quizá,
que te abrazan, que te despiden y te regresan en cada esquina.
Anoto en la vieja piel de un álamo la voz callada de mi deseo,
escrita en savia aún viva en el libro vegetal de esta ribera;
para que ella lo lea algún día cuando pasee por allí su soledad,
seguramente tan enamorada como la mía.
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