Me tiendes tu ilusión rota, como si de mi voluntad dependiera la fuerza divina que pudiera enmendar el yerro que la confundió. El confundido ahora soy yo, perdona.
Los hombres que como tú y como yo andamos ya la cúspide de la vida sin más futuro que ir descendiéndola, sufrimos por culpa del necio azar cuando éste -a nuestra edad, con más frecuencia de la deseada- se empeña en obviar el tiempo biológico regalándonos proyectos y sentimientos difícilmente digeribles, estando además muchos de ellos penados por la elemental, mi querido Watson, ley de las incompatibilidades.
Y es que la política de las cosas y de las causas de amor, hace ya un buen rato que empezaron a escribírsenos con la letra menuda del BOE, mi querido colega; esa que, al fin y a la postre, es la única válida en cualquier contrato.
Y el destino todavía sin enterarse...
Dos líneas tan divergentes y dispares, trazadas tan a destiempo la una de la otra, nacieron para no encontrarse jamás. So pena de que se produjera el accidente que sólo tú has sufrido, amigo; sospecho que a ella el "incidente" apenas le habrá arañado su alma niña y, tal vez, quién sabe, incluso virgen.
La vida te ha reprendido con todo el peso de tu propia moral; aquella que levantaron a nuestro alrededor con trocitos de catecismo y hostias amargas con olor a hiel y a pecado; con las mismas sentencias represoras que nos obligaban a abandonar el salón de la tele, cuando en el ángulo superior izquierdo (¡oscura premonición!) aparecían los rombos prohibitivos de marras... Entonces nos íbamos mohínos a la cama, con la secreta venganza de que llegara el día en que "las veríamos venir".
Igual de frustrados que ahora; sólo que aquí no hay venganza posible. Ya parece que vivimos con la hiel en los labios del que se siente a "verlas pasar"...
Pero ya ves, querido J.J.; esas líneas, la tuya y la de tu diosa, que parecían jamás iban a tocarse (todo lo más lo harían en el infinito imposible de tus sueños) se le han enredado a la Ciencia de los Posibles, dicho sea de paso la más pacata y roñica de todas.
Sírvate de barato consuelo (mal de muchos...) que a más de un cuarentón, o cincuentón, o más allá (ese más allá me da pavor, aunque a muchas de ellas les asoma la risa; o lo que es peor, la caridad, esa virtud sin fondo) se le ha aparecido su musa adolescente en uno de esos cruces de la vida en donde ellas ven dinero y canas, y nosotros la insufrible sensación de haber sido engañados por la Biología, que nos incita al consumo alegre sin habernos borrado antes, entre otras cosas, la partida de nacimiento que ya la llevamos pintada hasta en el alma.
J.J., amigo mío, tu destino es un tránsfuga y me temo que ni siquiera podrás castigarlo con mandarlo al Grupo Mixto...Porque aún allí te la seguirá jugando; y es que tu destino también se enamoró de ella.
Así que, rehaz tu senda, recoge tus lágrimas -las lágrimas son agua que no debemos ya desperdiciar, porque apenas hemos hollado el último desierto que nos queda por atravesar- y vuelve a vivir de la mano de tus mejores sueños. A veces la realidad o lo que comúnmente llamamos así, es tan fría e inhabitable que nos parece tan falsa y mendaz como una pesadilla.
Por lo tanto, amigo, mi consejo si para algo te sirve es que no permitas que tu mirada vague sin rumbo por el vergel sensual y engañoso por el que transitamos en esta época, en la que nadie sabe a ciencia cierta si existen todavía principios que respetar o valores morales que no se expendan en el outlet más próximo.
Cálate las gafas oscuras del "déjà vú", no vaya a ser que otra vez y por culpa de la veleidosa casualidad, caigas de bruces sobre otra ninfa y te fastidies esa alma tan llena de años y de cicatrices, muchas de ellas todavía en carne viva y hasta sangrantes. Tú te dañarás el ánimo; ella apenas se besará el leve arañazo después del encuentro.
Todo pasa, que dijo el sabio, todo es cambio y mudanza, que dijo otro; porque es el cambio el que mueve al mundo y no el amor; el amor se limita a habitarlo. Busca la soledad por un tiempo si mi amistad no te basta; no hallarás en la vida amiga más sociable. Y no te culpes por nada ni por nadie; en la vida todos somos unos simples aficionados, tal vez porque es demasiado corta como para aprender nada. Aunque a tu edad deberías haber aprendido ya que la existencia es un huir detrás de un sueño que jamás existió, mas que en las moradas del arte.
Pero ¿sabes qué te digo?, ¡qué cohones!, si eso volviera a suceder de nuevo, si por mor de otra improbable casualidad volvieses a encontrar por tu senda a otro constructo de mujer como el que acabas de abandonar, mal que te pese (los sueños te abandonan cuando los expresas con demasiada claridad), ábrele el pecho a su mirada y déjala que la afile en tu corazón.
¡Que se entere cómo las gastamos los de nuestra quinta...!
Además, ¿sabes qué te digo? después de todo, a nuestra edad, no hay mal que cien años dure.
Un abrazo de tu amigo y compañero
(La foto que acompaña al texto es de Federico Bebber)
(La foto que acompaña al texto es de Federico Bebber)
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