Hoy más que nunca necesitamos quijotes que en su "locura" nos guíen por este mundo de tinieblas que atravesamos hoy en día.
Quizá ya no queden quijotes; tal vez porque tampoco van quedando dulcineas que inspiren y armen a tanto caballero desolado por tantos gañanes, ganapanes y bribones violando los espacios sagrados, reservados antiguamente a la decencia, a la inteligencia, a la justicia, a la ecuanimidad y a la generosidad.
No, quizá ya no queden tampoco damas en las alcobas de Palacio, ni caballeros que salgan al mundo a desfacer entuertos y luchar contra gigantes y malhechores por el honor y el amor de Dulcinea.
Porque son gigantes malvados, Sancho amigo, son gigantes, aunque tú sólo veas simples molinos de viento.
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