En esta foto, posiblemente de los años 50 del pasado siglo, figuran tres «josés» que de una manera u otra marcaron mis años de infancia y adolescencia. Destaco de entre ellos al tercero por la izquierda, mi padre, José Antonio Almela Pujante, persona cuya bondad dejó honda huella en mí, en su esposa, mi madre, en mis hermanos y en todas las personas que lo llegaron a conocer durante los 79 años en los que paseó su buen hacer, su profesionalidad y su bonhomía por el trozo de historia que le tocó vivir en este planeta; historia densa, llena de acontecimientos, unos felices, otros no tanto, penas, goces, trebajos, sucesos muchos de ellos que me transmitía en tantas y tantas noches en las que, a pie de la radio inseparable que nos informaba y distraía al acabar la jornada, supe en conversaciones inacabables de sus inquietudes, sus «aventuras» en el Madrid convulso que vivió durante su servicio militar, en resumen de su pasar por la vida apagada y gris en la que España quedó sumida tras la guerra entre hermanos casi recién terminada. Todo ello formó y conformó mi conciencia, mi carácter, mi forma de ver y enfrentarme con el día a día.
Que hoy sea «su santo» y que como padre que fue el calendario me lo recuerde, me ha traído su ser a mi memoria, memoria y recuerdos de los 32 años con los que conviví con él y que permanecen aún frescos en lo más profundo de mí.
Hay personas, dicen, que sólo mueren verdaderamente cuando tus recuerdos de ellas desaparecen, bien por el trágico sumidero del olvido o porque pasando uno de esta vida a «la otra vida posible» tras el portal de la muerte, la ceniza y el polvo del que brotó la existencia vuelven al terruño del que cobraron vida y movimiento; lejos yo todavía de lo uno y de lo otro aunque asumiendo que ya pocas cimas del calendario me quedan por escalar, hoy fijo mis recuerdos en él, agradecido por tanto como me dio.
Papá, algún atardecer, junto a la radio otra vez, reanudaremos las conversaciones inacabadas que se quedaron sobre la mesa mientras la mamá, testigo fiel y ocupado, finalizaba alguna de las eternas tareas de aquellas «amas de casa» de antaño, ....que si coser, que si remendar, planchar... conque las madres apagaban los días al tiempo que, sin solución de continuidad, encendían el próximo amanecer aún sin alumbrar.
Que aún tenemos muchas cosas que contarnos, compañero, papá, muchas cosas, compañero....
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