jueves, 25 de agosto de 2011

Encuentros con la Dama


«La larga paciencia que precisa la escritura, y el don que se te hace cuando por fin se puede escribir están expresados estupendamente en Kafka: “No es preciso que salgas de tu casa. Sigue sentado a tu mesa y escucha. No escuches siquiera, sólo espera. Ni siquiera esperes, quédate absolutamente silencioso y solo, el mundo vendrá a ofrecérsete a ti para que le desenmascares: extasiado ante ti, se retorcerá”.

No sé, quizás sólo se trate de que en medio de esa soledad y ese silencio haya un relámpago, que aparezca un rostro, que oigas claro lo que en mucho tiempo sólo has oído en un susurro ininteligible.»

«La belleza de esta mañana helada, silenciosa. La escarcha es tan abundante que cruje bajo el calzado, como la nieve. Pero quizás la belleza suprema del paisaje y de la naturaleza toda se revela “cuando nadie lo ve, absolutamente nadie”, como dice Simone Weil.
“Cuando yo estoy en algún sitio –añade- mancho el silencio del cielo y de la tierra con mi respiración y el latido de mi corazón”. Y, ciertamente, cuando la belleza es tan silenciosa, tan frágil, uno tiene la sensación de ser un intruso.»


(Extractos de J.Jiménez Lozano, de Segundo abecedario, Barcelona: Anthropos, 1992)

lunes, 15 de agosto de 2011

De olores, ruidos y suciedades


Hace unos días estuve en Priego de Córdoba, ciudad andaluza en donde vive mi hija con su marido desde hace más de medio año debido a que, como otros “nuevos emigrantes”, tuvo que cambiar de localidad, de provincia y de autonomía en busca del tan ansiado puesto de trabajo.
Ciudad coqueta, tranquila, izada sobre una colina que la sitúa a 650 metros sobre el nivel del mar, se asemeja a una isla de cal y sombras poblada de numerosos jardines y parques en donde mana el agua fresca. Rodeada por los cuatro costados por el olivar que la circunda y del que vive fundamentalmente todo el pueblo, sus casi 24.000 habitantes están a caballo entre dos lugares tan históricos como bellos, que son Granada y la propia capital de la provincia, Córdoba.

No estuve mucho tiempo –apenas dos días- para conocer a la patria chica que fue de Niceto Alcalá Zamora, el primer presidente de la II República (1931-1936) y que también tuvo que emigrar de su tierra querida, esta vez a la Argentina, en cuya capital falleció; sin embargo, a pesar del corto espacio de tiempo en el que habité allí, al pasear por sus calles y sus parques (parques como Dios manda que sean, espaciosos, con poco cemento y suelos de tierra, sombreados por enormes plátanos, con fuentes que manan agua fresca –de la que se puede hasta beber- y bancos que sin grandes alharacas, sirven sólo para lo que fueron hechos: para descansar sentados) algo me llamó poderosamente la atención: la limpieza de sus suelos, el cuidado de sus espacios y mobiliario públicos, el relativo silencio en el que una ciudad de su tamaño puede verse envuelta en las horas más concurridas del día, poco tráfico, pocas motos, gente que por lo general hablaba sin gritar en bares, paseos y terrazas…

Todo ello me chocó todavía más cuando regresé a Cieza. El contraste de lo que vi y hasta de lo que olí fue demasiado evidente. Sé que la Comunidad está embarcada en un ilusionante proyecto de propulsar el turismo –el de playa y sol y el turismo interior, que es el que nos corresponde- como principal fuente de ingresos. También sé que nuestro pueblo y sus alrededores tienen toda la materia prima para colaborar en ese ambicioso plan; paisajes, nuestro río -ese “milagro de agua” que amanece todos los días-, el entorno histórico-cultural de nuestras viejas calles, algunas de nuestras iglesias, nuestra Semana Santa…

Pero la pregunta surge enseguida, ¿cómo vamos a transmitir a nuestros visitantes esos encantos tan visibles de nuestro patrimonio cultural y paisajístico, para que vaya de boca en boca y se “corra la buena nueva” de que tenemos cosas que merecen la pena verse, si los olores, si los suelos escandalosamente sucios, si el ruido de un tráfico muchas veces caótico y a todas luces demasiado abundante para una ciudad como Cieza, si la casi ausencia de alojamientos (en Priego hay un montón) para forasteros, son y serán causas suficientes para que los futuros visitantes huyan de esta “perla del Segura” venida a menos?

Nadie me tiene que decir que andamos escasos de dinero; tengo constancia de ello. Pero yo siempre he creído que no se gobierna con el bolsillo sino más bien con la cabeza, y sobre todo con el amor y el cariño a la tierra a la que sirves. He sido 40 años educador y sé de buena tinta que en los centros escolares en donde he trabajado, el aspecto de la limpieza y la higiene del entorno se ha tratado con largueza, aunque quizá no lo suficiente. Con la misma seguridad puedo decir que nuestros políticos han trabajado en el tema, pero al igual que los enseñantes, tampoco ha sido suficiente.

Algo hay que hacer, y con cierta urgencia; si la suciedad y los ruidos nos acosan dentro del casco urbano, la situación por el entorno natural que nos circunda no anda mejor ni mucho menos. Una simple visita al santuario del Collado de nuestra Atalaya, nos dará una idea exacta de hasta qué punto la “mierda” nos puede ahogar en un mar de idem. Esto hay que hablarlo, en los plenos del Ayuntamiento y en donde sea, ahora que el dinero no es la solución.
Creo que ha llegado la hora de pensar, de comunicar, de hacer que el ruidoso, el sucio y el que "aroma" la ciudad con tan pestosos olores, sean quienes sean, paguen sus delitos tal como la ley exige; en definitiva, hay que llegar a conclusiones valientes que destierren de una vez por todas el mito que va creciendo en la opinión de aquellos que nos visitan, de que Cieza huele mal y que hay que andar mirando el suelo por si acaso pisas lo que no quieres ni deberías pisar en una ciudad del siglo XXI.


(La foto que acompaña al texto es de una de las callejuelas de Priego. Este articulillo me fue publicado en EL MIRADOR ciezano, el 21 de agosto de 2011)

sábado, 13 de agosto de 2011

Calores murcianos


Hace siete años y por estas mismas fechas, publicaba yo en el semanal ciezano EL MIRADOR este desahogo estival nacido de la rabia y del sudor.
Como ahora las circunstancias son casi las mismas -me refiero a las externas; las internas han cambiado bastante; siete añicos más, ¡Jesús, María y José...!- he pensado sacarlo del baúl de los recuerdos, que dicen, para que a los "suresteños" que me lean no se les olvide la sana costumbre de quejarse del lado que más nos pica y duele en estos meses del veranico murciano. Va por ustedes de nuevo.

NOTA: Aconsejo que se adopte la voz y el ceño cabreado de Fraga Iribarne cuando se lea...Va más esto por los mayores; los jovenzuelos ya no saben quién coño es y fue Don Manuel, aquel que quiso ser el dueño de la calle, de cualquier calle española; hubiera dado gusto verlo ahora en la Puerta del Sol madrileña; lucha brava entre dos buenos toros de casta: los del 15-M y él mismo.


Asqueroso, sencillamente asqueroso, si señor, hay que decirlo....
El verano en mi tierra es eso: asqueroso, y hay que decirlo sin arrumacos, con contundencia, sin ira-libertad-sin-ira, pero sin disimulos ni paños calientes (¡más calor no, por favor!)
Porque es asqueroso el estar casi todo el día bajo los efluvios del aire acondicionado, enlatado en el clima artificial que te seca las narices hasta sangrar, ¡manda huevos!; porque está uno ya hasta las mismas de ver que mientras los unos se tapan para dormir allá por el norte, por aquí los otros nos destapamos hasta la piel para pegar un ojo; que los dos ya es pedir demasiado.
Porque es asqueroso el ver los modelos de predicción meteorológicos por la mañana temprano y comprobar cómo te engaña el Instituto Nacional de Meteorología, el GFS americano y la madre que parió a ambos los dos, que te prometen brisicas de levante y aluego te llega el "ponent" o el sur sahariano, que no sé cual es peor de los dos, o cual más asqueroso....

Porque es asquerosa la envidia que sentimos los suresteños por las demás tierras de este país llamado nación de naciones y antes España, cuando comentan cómo ya pueden salir a pasear, cómo ya pueden acostarse a dormir, y no a correr la maratón del sueño en la que nunca gana Morfeo, sino el Sr Sudor y el Sr Insomnio...
Porque cuando me veo a los moricos que nos inundan después de dejar tiradas en las playas sus pateras y sus camarotes de primera, me hago cruces pensando que son ellos los embajadores del desierto que nos agobia un poco más allá de Gibraltar y que a la larga (que dicen que la tienen ) nos declararán la guerra del calor en la que nos correrán a gorrazos (de arena, claro) y nos ganarán por vergonzante goleada.

Por aquí en Murcia en verano no hay más oasis que el mediodía agarrado a la birra fresca en casa o en el bar, mientras dejas fuera el relumbrón asqueroso quemando el asfalto, o sacándoles la lengua a los probecicos pinos del monte, que están que paice que les va a dar algo como no llegue pronto octubre y sus "gotas frias" (ahora finamente las llaman "danas") dando un salto de gracia y agua por el candelario.
Porque a mí que no me digan que en las playas estos días de escaladas termométricas se está mucho mejor, que uno sabe de la combinación letal de calor y humedad y no sabe qué es peor, si que te coma el verano rebozao en nuestra propia salsa de sudor inquebrantable o a lo crudo.

Me dice mi maestro Zen: Pequeño saltamontes (¡joder con el maestro, a mis años...!) ten cuidado con tus palabras, no pierdas la ecuanimidad, o sea, no me pierdas los papeles. Que el mundo en que vivimos es un mundo especular, o sea, que lo que vemos fuera está ya dentro.
Pues qué bien.....
Y yo le contesto que sí, que no pierdo la ecuanimidad, que estoy sereno, terriblemente sereno pero muy enfadado, asqueado y un poco hasta depre.

Pues si el mundo es especular -le digo al maestro- y el verano es maravilloso en Murcia, y si realmente soy yo el que pervierte las sensaciones que me vienen del exterior, pues de acuerdo; pero no por eso deja de ser este verano un tiempo asqueroso para vivir y hasta para morir si me apuráis un pelín.
Y si el verano soy yo (por lo del mundo especular, digo), pues yo soy "el verano asqueroso", hay que decirlo, sí señor, soy el verano asqueroso, así, sin dejar que la cólera encienda mis opiniones, siendo justo, ecuánime, sin que me tiemble el pulso de la palabra mientras busco la "q" con la "u" en el teclado...asqueroso, asqueroso...
Pero como a terco no hay quien me gane ni a imaginativo tampoco, esta noche pongo a tope el aparato del aire acondicionado, saco las mantas paduana, el pijama y hasta el orinal de mis antepasados; y mientras espero a que el sueño se atreva a venir a mi cuerpo serrano y olé, me voy a poner la serie completa de "verano azul". A ver si entre el acordeón del Chanquete y la guitarra de Julia dejo pasmao a mis neuronas y las sitúo en stand by aunque sólo sea por una noche, sí señor, hay que decirlo.
Y con esto no tengo más que decir; buenas noches.



Miedo



Miedo a la oscuridad, miedo al hombre del saco,
miedo a ser bastardo de la riqueza, miedo a la pobreza,
miedo a la enfermedad, miedo al cáncer,
miedo a que nuestra pareja nos engañe,
a que nos deje, a que deje de amarnos,
miedo a que nuestros hijos nos oculten algo grave,
miedo a la vejez, a la invalidez, miedo al dolor,
a la policía, a los ladrones, a los asesinos,
a no poder pagar la hipoteca, a la banca, a los mercados,
miedo al sida, al cáncer, al Alzheimer,
a las tormentas, a los ratones, al hambre, a la sed,
a las cucarachas, a los cuernos, a las serpientes,
miedo al paro, a no encontrar nunca tu primer empleo
o a no volver a trabajar jamás,
miedo a la derecha, a la izquierda, al fascismo, al comunismo,
miedo a ser libres o a fracasar en el intento,
miedo a la responsabilidad, a la condenación eterna,
a la gloria prometida, al amor, al infierno,
al juicio de Dios y a su indulto,
miedo a denunciar y a que nos delaten, a que nos ridiculicen,
miedo al qué dirán o a que no digan nada,
miedo al pasado, miedo al presente, miedo al futuro,
miedo al vacío, a los tsunamis, a los terremotos,
al cambio climático, a las noches de insomnio,
a que llueva mucho o poco, o a que no llueva,
miedo a que nos muevan o a moverse,
miedo a viajar, a las explosiones de gas,
a las revoluciones, miedo a las agresiones de la pareja,
a que nos sorprendan huyendo y nos llamen cobardes,
miedo al diferente, a serlo, miedo a los inmigrantes,
miedo al avión, al barco, a las noches de cielo abierto,
miedo a la violencia, tanto a la propia como a la ajena,
miedo a la sombra de los años y a su luz,
miedo a los muertos y a estar muertos,
miedo a caer en el sueño y al despertar,
miedo a los lugares solitarios, miedo a la multitud,
miedo al silencio, a la palabra, a la soledad,
miedo a cambiar, a la ciencia, a lo desconocido,
miedo al 15-M, al 20-N, al 11-S, al 11-M,
miedo a la paz innombrada y a la guerra,
miedo a ser inocentes, confiados, miedo a la amistad,
miedo a que nos digan la verdad y a que nos la oculten,
a que nos mientan, a que nos manipulen, a que nos olviden,
miedo a los chinos, a los rusos, al Islam,
al terrorismo ciego, miedo a la amenaza nuclear,
miedo a hablar, a callar, miedo a vivir y a soñar,
miedo al miedo y miedo al miedo
de tener miedo del miedo...


(La foto que acompaña al poema es de Klaus Priebe)

¿Tan cobardes somos o es el genoma de la vida?