- ¿Está Bartolo?
Ni aldaba, ni timbre, ni pestillo que asegurase la puerta, adentro se oía la voz de su «mamítami» que invitaba a pasar; porque Bartolo estaba, como todos los días de aquellos veranos venturosos, esperando a la peña para salir a jugar a los juegos creados por nuestra fértil y casi recién estrenada imaginación.
He dejado pasar unos días esperando que los ecos elogiosos y elegíacos se apagasen de tanta gente que tanto te quiso y respetó, para aventurarme a ponerte por aquí unas letricas y bucear en los gruesos retazos que de ti guardo en mi memoria, episodios vitales vividos por mí junto al que fue más que un amigo, mi iniciador en la lectura, en el cine, el de las charlas académicas -paseo arriba/paseo abajo y vueltas y más vueltas- que me hicieron universitario sin haber pisado la Facultad, mi psicólogo y confidente cuando la vida se me puso muy cuesta arriba, mi hermano de lo vivido y dicho (tanto hablamos, de todo lo humano y divino y más allá..) aunque nos parieron madres distintas.
Me he quedado muy solo, Bartolo, mudo y sin saber a quién remitir la palabra sustantiva y calificativa con la que coincidíamos casi siempre cuando conversábamos sobre cualquier asunto al que nuestra curiosidad nos empujaba, sin la escucha atenta que tantas veces me prestabas y los sabios consejos que me regalabas. A ver dónde derramo yo ahora mi inquieta y a veces (así me lo decías) romántica forma de ver la vida y sus gentes, mis aventuras literarias, mis impresiones cinematográficas, nuestra biografía de juegos, celebraciones y penas...
Ayer me acordé de Manolo (¡cómo le queríamos!) mientras paseaba por la Atalaya; me vino el recuerdo de aquellas maldiciones que gritábamos contra todo y contra todos desde la cumbre airosa en la que tiene su hogar la patrona ciezana. Sin voto ni tendencia reconocida, no adscritos a corriente alguna ni a personaje ya fuere humano o divino, nos desahogábamos «a grito pelao» llenando el aire de nuestro natural inconformismo y en cierto modo revolucionario....En esta sociedad de hoy en día, basta con dudar de todo para serlo, ¿verdad?
Ahora ya sois dos; a ver si desde el Cielo y alzando el grito en compañía de algunos ángeles de nuestra cuerda y nuestro común sentir, rompéis la negritud (tú añadirías la vulgaridad) de estos tiempos que pretenden acabar con todo lo bueno, bello y justo del mundo que ambos conocisteis y que yo compartí con vosotros. Y si dos sois pocos, hacedme un hueco en el coro que uno, sin prisas pero sin pausas, ya mira horizontes aún lejanos, quizá, pero ciertos, añorando vuestra compañía.
- ¿Está Bartolo?
La Antonia, la «mamítami», contesta con su voz clara a pesar de la distancia:
-¡Pasa, Pedro Luis!
Nos separa el tiempo, pero tu reloj está ahora parado y el mío corre ya que se las pira. Espérame, hermano, que nos quedaron muchas cosas de que hablar. Terminaremos por arreglar el mundo, ya verás.
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