Confieso que me ha cogido por sorpresa el saber que era tan mayor. Sus 86 años deslucen (¡Ay, el tiempo, cómo destiñe los recuerdos...) la imagen vigorosa y
sensual de uno de mis mayores mitos eróticos. Y es que madame Bardot, la Brigitte, la francesita de labios carnosos que mi imaginación los hacía cumplidores al tiempo que modélicos, viva todavía, completará este año
(Año II de la Pospandemia) allá por septiembre su 87ª vuelta alrededor del sol.
Aquella BB sensual donde las haya y tan apetecible, al igual que The Beatles, o The Rolling Stones, o Bob Dylan
y tantos otros maestros del arte y de la imaginación, fue uno de aquellos "objetos pop de culto" que la dictadura franquista nos robó a los jóvenes y no tan jóvenes de aquella maravillosa
década de los 60 de la que tuvimos noticias completas tarde, demasiado tarde para alistarse uno en sus filas y defender o saborear los ideales y las imágenes de todos aquellos mis héroes de leyenda juvenil,
que en aquellos dos históricos lustros pasearon su existencia por el calendario en sombras de aquella España cuartelaria de misas y rancho pobre.
Aquella francesita prototipo de la Lolita de Nabukov,
la de la voz insinuante de la primera versión de "je t'aime, moi non plus", la musa francesa que exportó su imagen y semejanzas a todo el mundo hasta hacer exclamar a De Gaulle que junto con la Renault, era el objeto mejor exportable de la douce France, llegó tarde a mi vida, como tantas cosas para los de mi generación de confesionario y viernes de pasión y penitencia.
Pero como más
vale tarde que nunca, el icono sexual de los 60 (tarde, muy tarde, ya digo) se me presentó una noche en la pantalla del cine Galindo susurrándome deseos inconfesables mientras su esposísimo, un tal Roger Vadim, me comunicaba por el otro oído el mensaje principal de aquella velada
de cine y pipas: «Y Dios creó a la mujer», película que el clero hispánico miraba con lupa y tijera en mano haciéndole cortes y más cortes, tantos que a los púberes de
aquellos tiempos nos dolían como si nos los estuvieran haciendo sobre nuestra propia piel. Fue entonces cuando comprendí el Génesis nunca escrito de mis sueños y ya todo no fue igual, a pesar de
que Moisés se empeñó durante años en recitarme una y mil veces el Decálogo judío desde la cumbre de su Sinaí.
Su recorrido posterior por los salones de la política
me resbalan por los canalillos del olvido...Que si defendió a los animales pero atacó a los inmigrantes, que si esto y lo de más allá...El hecho es que la irrepetible B.B. vive recluida desde hace
más de 30 años en su mansión, La Madrague, cerca de Saint Tropez en el sur de Francia, una casa-refugio, donde vive acompañada por más de 1.000 animales abandonados que ella se encarga de
recoger y alimentar. “Un día decidi que los animales me necesitaban más que la industria del cine y nunca me arrepentí de retirarme por ellos”. Desde ese día, sus apariciones en prensa
son limitadas: “El mundo de hoy en día no me gusta; si fuera diferente quizás viviría menos retirada”, recalcaba la diva.
BB, la única "gabacha" a la que concedería mesa, techo y cama (bueno, lo de cama es mucho decir) se me quedó hospedada en los circuitos más
nobles de mi memoria como lo que fue y representó en la vida de tantos hombres de mi quinta, de cualquier longitud y latitud de este planeta, como la compañera a la que alguna vez quisimos tener y poseer, aunque
sólo fuese por alardear de hembra o por aprender su lengua, que era tan dulce entonces como la geografia de piel y besos de su cuerpo.
Dios me perdone y nos tenga a los dos en su bendita Gloria cuando haya menester.