El sol se asoma al último balcón del día,
y las fragancias que las horas han dejado
permenecen quietas, enredadas
en sus colores postreros,
todavía vivos, expectantes
ante la brisa oscura de la noche
que las sumerjerá en un táctil sueño,
del que amanecerán con la memoria nueva
del que nunca duerme,
del que siempre nace
como si jamás hubiese muerto.
y las fragancias que las horas han dejado
permenecen quietas, enredadas
en sus colores postreros,
todavía vivos, expectantes
ante la brisa oscura de la noche
que las sumerjerá en un táctil sueño,
del que amanecerán con la memoria nueva
del que nunca duerme,
del que siempre nace
como si jamás hubiese muerto.
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