A veces, en las aldeas del sueño,
allá donde la razón duerme,
la locura de amor acontece y toda sombra arde;
luego, cuando regresa el día,
la sangre ya no es luz
y el corazón apenas es una sospecha elocuente
de que la memoria es un poso de ceniza,
tan ajena a la intermitencia de la vida,
tan apegada a la certeza de la muerte.