miércoles, 2 de diciembre de 2009
La edad del otoño
A partir de cierta edad los años cumplidos nos asustan, nos acogotan; son las conocidas "crisis" por las que los humanos pasamos cada cierto tiempo y de las que no se libra nadie; aunque, bien es verdad, a unos les dejan huella y a otros u otras ni les despeinan.
Dicen que cada edad trae lo suyo, y que lo sabio es remansarse y no nadar contra corriente; pero también es cierto que ciertas corrientes nos llevan a destinos demasiado intuidos y hasta temidos, y que no es fácil renunciar al deseo de perpetuarse ni a que la vida te vaya apartando de sus orillas en los disimulos imperceptibles del día a día.
Cumplir el medio siglo marca las diferencias, porque la misma expresión es ya de por sí, frontera, horizonte, límite para determinados proyectos; y si miramos hacia atrás, corremos el riesgo de cargar con un cúmulo de errores y desventuras, de aguas no bebidas a su tiempo, de cosechas abandonadas y/o del incumplimiento de promesas que yacen rotas por los lúgubres pasillos de la memoria.
Es la edad en la que empiezan a asomar los recuerdos con la robustez de un pasado lleno de causas más o menos explicativas; es esa edad en la que descubres, quizá por vez primera, el atronador discurso del silencio y de su inseparable compañera, la soledad.
Algunos humanos lo tenemos peor que otros; la cultura, la curiosidad, la salud bien llevada, el perenne interés por lo actual y sus múltiples manifestaciones me atraen con descaro, me exigen estar presente al lado de los nuevos protagonistas de esta odisea que es la vida. Pero también es el tiempo en el que el lado oscuro de la existencia se asoma a tu vida con más insistencia que en otros apeaderos de la edad; y es entonces cuando uno se siente desprotegido en medio del río, sin apenas asideros educacionales e históricos con los recién llegados, sin sitio entre muchos de los de mi "quinta"…Esos que, al parecer, ya han renunciado a demasiadas cosas, para mí irrenunciables.
Y te llaman de todo cuando emprendes aventuras en las que el riesgo ya no es, dicen, afrontable desde tu altura medio cana-medio oscura; ellos (ellas mucho menos), ya andan como los toros, buscando las tablas, perfilando la esquela que les recordará algún día en algún oscuro periódico de provincias.
Sin darse cuenta - o dándose, ¡quien sabe!- ellos solicos ya van más de entierro que de bodas, más de "réquiem" que de "aleluyas", dando adioses a tantas cosas que jamás hemos saboreado ni siquiera en nuestros más salvajes sueños, como dice la canción.
Ya digo, tal vez sea la "crisis", tal vez el otoño, ¡quien sabe!.
Pero la Vida, tan mendaz, tan zalamera y misteriosa, no tardará en hacerme creer que la primavera está a la vuelta de la esquina, y que en el verano volverá a desnudarme la piel para que el dios sol me abrase de nuevo mientras me ciega con su luz cenital.
Y yo volveré a creer en Ella otra vez, sin duda alguna; me dejaré engañar, como la primera vez que me enamoré y le dije a la reina con la que convivo aquello de: "Esto, nena, no puede morir jamás".
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4 comentarios:
Cómo te comprendo y cómo te entiendo...Compañero del alma, compañero. La verdad Pl. es que me dá lastimica de mí morirme. Qué penica. Pero es verdad que creo que la vida se ama porque sabemos que se pierde. Gracias a esto le sacamos todo el partido posible a cualquier momento de felicidad. Pués sabemos que a lo mejor ni se repite. ¡Voila!
Los agricultores siembran llorando pero recogen cantando. Nosotros cantamos antes y ya nos llorarán, o no, pero, creo que no debemos de llorarnos nosotros. Que le den.
Por otro parte no creo que estemos aquí y luego desaparecemos y ya está. No lo creo.
Best whises.
¡Ah "mesolvidaba".
Me encanta tu artículo.
En eso estamos, en eso estamos, en cantar y no llorar, y esperar que la espera de loinevitable sea larga y fructífera a más no poder.
Happy pre-Xtmas :-)
Si señor. Ahí "lasdao".
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