viernes, 23 de enero de 2009

Nace la memoria


Torpemente atrapado en un poso de cenizas,
el viejo poeta
maestro de abúlicos aires y de penas
planta su espera más noble
al sol tibio de la tarde.
El invierno pastorea caminos blancos
ateridos de frío
bajo la ausente mirada de las oliveras.
Subitamente,
el hálito de un verso sube
apresurado del corazón a su boca,
que apenas latiendo entre el llamear de la memoria
se abraza al cálido vaho
que de su alma brota.
Pronto la tenue imagen pide la palabra
que el poeta anota,
antes de que el olvido sepulte en la nada
lo que de la nada nace.
Emocionado y solemne,
vuelve el hombre al sueño y el camino a su sombra.
Cumplido el día,
ya sólo le queda apagarle la mirada a la luna,
prenderle vida a las estrellas
y cerrar el libro de las horas.

jueves, 8 de enero de 2009

Hécate y Hefesto


Hécate es la luna que luce debilmente detrás de las nubes que se deslizan por el cielo, cuya presencia intuimos en los ruidos inquietantes de la noche.
Con su siniestra antorcha, constituye en muchos momentos lo único que alcanzamos a ver, por lo que conviene tomar buena nota de los sueños angustiosos y la ansiedad nocturna que a menudo experimentamos.
Hécate se siente agusto en la oscuridad y el vacío; sin embargo, lo que nos ofrece es nada menos que la esfera profunda y espiritual del alma, la esencia invisible, inmutable.
Este trabajo realizado en la "cara oculta de la vida" es similar al que nos relata el mito de Hefesto -Vulcano en la mitología romana-, el herrero de los dioses. En el neblinoso espacio interior de la forja, la vida se calienta hasta alcanzar el rojo vivo, y es batida para introducirla en el alma. El yunque es el altar, porque el trabajo agotador que se lleva a cabo en ese lugar es espiritual, una alquimia a través de la cual se moldean las materias primas de la vida.
Según la fábula mitológica, Hécate y Hefesto eran amantes; esta dualidad mitológica nos sugiere por lo tanto que la profunda oscuridad emocional y la forja del alma, La Diosa Lunar y El Herrero Divino, están conectados y se solapan.
Todo ello lo quiero imaginar en un hermoso poema del poeta irlandés Seamus Heaney que lleva el oportuno título de "Puerta de acceso a la oscuridad".
El poema se llama "La forja", que me hace pensar en la alquimia de Hécate y de Hefesto dentro de mi universo. Lo citaré entero para expresar lo que suele ocurrir durante los momentos de crudo desencanto que a veces nos atraviesan.

Sólo conozco una puerta de acceso a la oscuridad.
Afuera, viejos ejes y argollas de hierro se oxidan;
dentro, el ruido sordo del martillo sobre el yunque,
el imprevisible abanico de chispas
o el silbido cuando otra herradura se endurece en el agua.

El yunque debe estar en el centro,
dotado de un cuerno como un unicornio,
con un extremo cuadrado, inamovible,
un altar ante el cual el herrero
se esfuerza en dar forma y producir música.

A veces asoma la cabeza por la puerta,
luciendo un mandil de cuero
con el pelo cayéndole sobre la nariz,
y recuerda el estrépito de los cascos de los caballos
y el tráfico que circula en hileras;
luego gruñe, entra y cierra rapidamente de un portazo
para seguir batiendo el hierro y utilizar el fuelle.

miércoles, 7 de enero de 2009

Hope


Esta noche a solas con mi carne
imaginándome latiendo en tu abrazo,
Dios es voz en el viento,
y en el silencio atesorado de su aliento
yacen ahítas de deseos
todas mis noches de esperanza y de frío.
Y Dios habla en ti,
mi página soñada,
aquella que cada vez que abro
viene la lluvia de la memoria
con la apariencia apresurada de sus horas,
con sus pájaros de olvido,
y recién acabada se la llevan.
Quiera ese Dios
que me hizo crepúsculo en la mañana,
que siempre mi mano esté presta
a reescribir una vez más tu historia,
para cuando de nuevo vuelvas.

viernes, 2 de enero de 2009

Nothing again


Odio la ociosidad
de una voluntad encadenada
a la angustia, absorta
en su inmóvil estar
mientras, ay, la vida es río sin parada
ni fonda en donde podamos hospedar,
ni aún siquiera por un instante,
caminos idealizados,
sueños irrealizables,
recuerdos muy gastados en su uso
o imágenes de ocasiones y lugares,
que si fueron o no estuvieron
poco importan
en esta tarde de abúlicas ausencias,
en donde la vida y las musas
se fueron de fiesta
dejando en mis manos
palabras sin dueño,
visiones huecas,
y al novio solo y compuesto
frente al altar del tiempo.