lunes, 27 de febrero de 2012

9-9-99


La tarde se bañaba en el aguasol de la tormenta.
En aquel húmedo hervor con el que septiembre se abría,
presentí el nuevo otoño tras mi puerta.
La conciencia sedienta de esta tierra se iluminó de lluvia
y el terco y soberano azul del viejo verano,
anuncio de cansinísimas solaneras y sequías,
acuchillado por el rayo y macerado con saña por el trueno,
quedó como fondo raído y átono ante el formidable paso
de la catedral acuosa -gris plata, gris noche- de la nube.

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