jueves, 31 de julio de 2008

Conciencia


La mente no es una cosa, es sólo un suceso, o más bien un proceso. De hecho, la mente no existe como tal, carece de sustancia. Solamente existen pensamientos, pensamientos que se mueven tan deprisa que nos parece y -así lo sentimos- que "allí adentro" existe algo con continuidad.
Viene un pensamiento, y después otro, y otro...Hay tan poca separación entre ellos que lo percibimos todo como un "continuum". Y así, dos pensamientos se unen y forman una continuidad y debido a ello creemos que hay mente. Pero la mente es únicamente apariencia y cuando miramos a sus profundidades, desaparece; quedan sólo pensamientos. Pensamientos que pasan a través de ti y de mí, porque en realidad somos un inmenso vacío. Somos como la posada, como el cielo; los pensamientos son los huéspedes, las nubes, van y vienen; observa su ir y venir.
Cuando te conviertes en "observador" de tal proceso, en "testigo" inafectado de todo lo que ocurre en las oscuras inmensidades de tu ser, adquieres poder sobre la mente.
No se trata de controlar nada; En un sentido ordinario la mente no se puede controlar, porque si no existe, ¿qué vas a controlar?. Además, ¿quién será el controlador?; porque más allá de ella no existe nadie....
Todo lo más puedes conseguir que un trozo de mente controle a otro trozo de mente; puede que hasta te crees un tercer "actor", el juez supervisor de todo ese proceso. Pero ¿dónde estás tú? ¿En cual de las tres partes en conflicto radica tu ser esencial? Es un juego peligroso que puede multiplicar a sus intervinientes "ad finitum" derivando en una paranoia incontrolable, pero repleta de "controladores" paradojicamente.

Pero no hay nadie. Somos un silencioso vacío en cuyo centro puede que haya algún dios; quizá Dios mismo. Pero eso no será una creencia, ni una idea, ni un mandamiento. Será una experiencia o no será.
Te propongo un experimento. Mírate la mano, examínala atentamente, pálpala; esa es la mano que te revelan tus sentidos, un objeto material compuesto de piel, alguna vellosidad, carne, nervios, músculos, venas, huesos....
Imagina ahora que la examinas bajo el poder de un potente microscopio. En la fase más baja de aumento, ya no ves carne lisa, sino un grupo de células. Al acercarte más, ves átomos separados de hidrógeno, oxígeno, carbono...que no tienen solidez alguna; son como sombras fantasmales y vibrantes que se revelan ahora como trozos de luz y oscuridad. Has llegado al límite entre la materia y la energía, pues las partículas subatómicas que forman cada átomo -electrones que bailan alrededor de un centro nuclear compuesto de protones y neutrones- no son puntos de materia; antes bien, parecen rastros de luz dejados como estelas de "cobetes" de unos fuego artificiales en mitad de la noche.

A este nivel, la solidez es unicamente un racimo de rastros luminosos de energía; en cuanto ves uno de esos rastros, la energía ha pasado a otro lugar sin dejar nada sustancioso detrás que puedas ver o tocar.
Ahora te hundes más y más en el espacio cuántico. Toda luz desaparece; sólo se atisban bostezantes abismos de negrura y de vacío. Muy lejos, en el horizonte de tu visión, ves un último destello, como la estrella más lejana e imperceptible en el cielo nocturno.
Retén ese destello. Es el postrer resto de materia o energía no detectable por instrumento científico alguno. La negrura se cierra. Te encuentras en un sitio donde no sólo ha desaparecido la materia y la energía, sino también el espacio y el tiempo....
Y ahora, después de tan largo viaje a través de una de tus manos, es el momento de hacerte a ti mismo algunas de esas preguntas tan trascendentales que la humanidad se viene haciendo desde sus albores. ¿Quien soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?...
Sólo se requiere un mínimo de honestidad, de seriedad, de rigor...
Y un saludable "sense of humour, of course"

Shlevs, Prince of Thoughts.

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