Luego llegas de vuelta al hogar, cansaíco, atorao de calor y bañaíco en sudor, te duchas, te vistes, te pones desodorante bajo los sobacos, te peinas si aún tienes pelos en la azotea e inmediatamente te sientas en tu rincón preferido de tu casa y te abres una birra bien fresquita.Escancias en un vaso el rubio licor bigoteado de espuma (un dedo, no más), das el primer sorbo con los ojicos cerraos de gusto y rezas una simple y sincera oración: Gracias, muchas gracias.