Entre los miedos, las prevenciones, los telediarios, la deificación de la ciencia (siempre subiendo dioses a los altares, ¡qué manía!..), los recelos, las ansias y ansiedades, las depresiones, las nostalgias, las ausencias, la rabia, la angustia, la tristeza, los encierros, los aplausos desde el balcón, el ulular de las sirenas, los rumores, la crispación social traída por la mucha incompetencia de tantos políticos de todo signo y condición, la distancia, el confinamiento...entre todas esas maldades que la plaga nos ha traído este año, al llegar estas fechas he notado además como otro retroceso del espíritu navideño que ya se empezó a sentir el año pasado y el anterior, y tal vez nos tendríamos que ir más y más atrás.
Se escuchan pocos villancicos, y esos pocos con escaso fuelle, sonando muy abonico, como para no molestar, como con desgana, los «belenes» pasean a hurtadillas sus imaginarias postales de un tiempo remoto (y de un mensaje aún por descubrir) por las crónicas de los medios televisivos... Los adornos luminosos que cuelgan con su luz fría sobre nuestras calles semidesiertas, igual podrían servir para una boda, que para un bautizo o para anunciar la Feria anual, pongo por caso.
El mito de la Noche Mágica se nos va diciembre tras diciembre entre aleluyas casi inaudibles y parece que sin remedio, mientras que de manera subrepticia, como andando de puntillas por el pasillo de los días pero firme en su decisión, un Nuevo Mundo (?) parece querer entrar apartando al ya viejo y caduco de los que ya peinamos canas, liquidando a su paso tradiciones que, dicha sea la verdad, ya pocos practican y menos entienden y que por lo que se ve, quedan más «cool» en los escaparates; aquel universo, matriz y paraíso de la felicidad de nuestra infancia que nos llenó de imágenes ilusionantes y que conocimos de zagales y luego de jóvenes y adultos, en su marcha al pasado desde este nuestro «prometedor» presente enmarcado en la Nueva Normalidad, es ya más espalda que rostro y presencia.
Será mejor o será peor ese melón sin abrir del futuro que nos espera agazapado tras las puertas de este desgraciado 2020, eso ni lo sé yo ni a ciencia cierta lo sabe nadie; pero sí tengo la certeza de que en este «Nuevo Orden» que tal vez nos estén imponiendo NO SE SABE QUIÉN O QUIÉNES, la Imaginación no tendrá un lugar preponderante tal como lo fue antaño, cuando los sueños estaban hechos de sueños y leyendas y no había necesidad alguna de enchufarlos a la corriente eléctrica.