Anuncian
la primera gran calorina del año, pero esta tarde, sentado en "mi
sitio" junto a la ventana abierta de par en par, el aire aún se siente
algo fresco....Se escucha el rumor de las hojas secas correr por el
suelo del jardín contiguo, agradable parlamento en el que se substancia
todo lo que quiero escuchar esta tarde de violentos arreboles al compás
de mis pensamientos.
La tarde entra en esas
horas en las que el día abre las puertas quedamente a la noche que ya
se intuye en las sombras que inundan el lugar, mientras en mi cerebro
danzan cansinos deseos demasiadas veces expuestos a la luz de mi
conciencia. Por el ventanal abierto, las asoladas planicies del campo
abierto se asoman a mi dormida nostalgia...
A veces, cada vez con
más y más frecuencia, aquellos deseos que estimularon mi mundo secreto,
aparecen como espíritus venidos de un tiempo en el que mi sangre corría
con más vigor por mis venas maestras; ahora los estímulos son menos, los
sueños no me agarran, me cansa el desear lo imposible y mi dama apenas
ya aparece.
Un denso y oscuro nubarrón se dibuja por encima de las
lejanas lomas. Puede que esta noche, aunque sea por hacer distinta la
perspectiva, tengamos luces eléctricas y truenos por los cielos. No
estaría mal, para variar. Para romper la monotonía y la sosez de una
vida que se me escapa cada vez que me asomo a un espejo. Siento que las
pasiones y las alegrías y hasta las penas de los demás ya no me mueven
como antaño, aunque mi estúpido ego sigue quejándose (y yo quejándome de
sus estúpidas quejas) de cualquier brecha que cualquier estupido le
abre en su delicada piel de porcelana oscura. Eso me cansa y me aburre.
Una brisa penetra abruptamente por el mirador trayendo una brizna de
lluvia en su regazo de aire que agradezco, porque la nube negra que por
poniente se cernía sobre el horizonte hace unos minutos, aparece ahora
más cercana y amenazante cubriendo casi la mitad de la bóveda celeste.
Sin embargo, mi soledad aguanta todavía en el oscuro obervatorio
cercano al jardín. Las sombras crecen a mi alrededor y creo oír algún
trueno lejano caído de lo alto. La soledumbre del momento hace callar a
los diminutos habitantes alados que pueblan los fresnos de enfrente;
solo el viento y los distantes truenos pueblan el silencio del lugar.
Hasta mi mente calla, y una extraña y amable dicha embarga mi corazón,
mientras las tinieblas van ganando parcelas en el cielo
amenazadoramente.
Allá a lo lejos, las virgas de agua se precipitan
sobre los resecos sembrados y el denso pinar que corona la cima de la
colina distante, mueve con cierto enfado su verde cardado ante el
descenso violento del aire en rachas. Me he sacado el sillón y la mesita
al porche abierto; allí la vista abarca más espacio. Acto seguido,
prendo fuego a un cigarrillo mientras escancio en un vaso un poco de
escocés con hielo. Muevo el vaso y escucho con placer el breve sonido de
los cubitos entrechocando dentro del meloso brebaje. Un sorbo, una
calada al cigarrillo y una mirada a la todavía lejana tormenta. Por un
momento soy gato, con ese mirar y vivir meditativo tan particular de los
felinos caseros en los que únicamente cabe el aquí como ultimísimo
destino y el ahora eterno, sin pasado que hiera o desocupe ni futuro que
ocupe ni preocupe.
Estoy solo en la casa, como de costumbre, pero
al menos esta tarde el escenario que contemplo a mi alrededor me aparta
de mi ansiedad por un rato; espero que esto dure, al menos hasta que la
noche termine por devorar lo que queda del día.
Raro es el día que
mi gastado corazón no pasa del dócil trote al galope ante mi
desasosegante quietud y mi impaciente espera a la vera del milagro
imposible. El tiempo parece suspendido de aquellos negros presagios que
avanzan hacia mí...
Vuelvo a darle un trago al güisqui y apuro mi
cigarrillo, mientras siento que la tristeza me asola por momentos; nos
conocemos bastante bien, la verdad sea dicha; sus visitas diarias ponen
su puntito de hiel a mis horas...Otras veces es que simplemente me
aburro, me aburre la gente con sus vidas tan parecidas a novelas que ya
leí, a pelis que ya vi, a situaciones que ya viví o tal vez soñé que
viví hace mucho, mucho tiempo. Me desangro de aburrimiento; quizá por
eso y ya que mi espíritu no esta predispuesto más que a lamerse las
cicatrices causadas por lo que fue y es y por lo que pudiera haber sido y
no es, la Dama apenas aparece por las horas en las que navego
despierto, o tal vez exagero al decir lo de estar despierto. Pero eso no
quita para echarla de menos y hacerme sentir huérfano de su ausencia,
náufrago del único barco que me aceptó como pasajero desde que me
lanzaron al mar de la vida y mi conciencia empezó a surcar rutas que yo
jamás imaginé.
Hambre de belleza, belleza que cubra mis ojos de
epifanías nunca antes sentidas, belleza que alimente mis oídos de voces y
sonidos singulares, de palabras con sentido dichas desde la sabia boca
del que habla porque sabe y comunica interés y buen conocimiento...
Hambre de amor, del que se da y del que se recibe sin acuse de recibo ni
deuda a pagar, hambre y sed de caricias, de vaciarme en abrazos
necesitados o de romperme yo mismo en medio de unos brazos que abarquen
sin pedir nada a cambio toda mi via errada...La eterna necesidad de que
te quieran porque sí, tal cual. Hambre y sed de madre...
Oh, la Belleza, la Dama ausente, el hálito perfumado de Dios....o de la Diosa....
La culebrina de un rayo parte en dos el cielo tenebroso y no tarda en
escucharse el trueno aparcero, trueno con recovecos y tonalidades
oscuras que acaban con el corto discurso mudo de la luz que lo precedió.
Así es muchas veces la vida. ¡Dura tan poco la lucidez, es tan breve el
engaño...!