No, no me gusta. No me gusta que porque a
una tiparraka (sic, coño, que es
vasca) se le haya ido la luz, la olla y la lengua, se me impida ejercer mi
sagrado derecho a la libre elección. No, no me gusta. Ya pasó con Fernando
Trueba y su bocachancla
cuando se malmetió con mi país denigrándolo, y ahora ha vuelto a pasar.
Estamos
muy sensibles ultimamente, nos estamos convirtiendo en individuos demasiado tribales conforme vamos abriendo la lata del siglo XXI. La inseguridad nos acogota ante la pérdida de esos valores de antaño que tanto nos predicaron nuestros mayores y
guardamos con un celo excesivo los nombres más sagrados que como colectividad
heredamos de un tiempo ya pretérito y casi acabado, la patria, los valores raciales, los himnos y
banderas y toda esa parafernalia tras la que tantas y tantas veces se ha
escondido el personal más despreciable de nuestra ya larga historia. Pero
también el santo y seña de la casa común de tantos héroes anónimos que hacen de sus días batallas
interminables, aquí y ahora, sobre este suelo, bajo este mismo cielo, a sabiendas
de
que la Gran Guerra de la vida no la van a ganar jamás.
Me ha dolido el discurso zafio y burdo de
la "tía esa" y de sus acólitos, lo reconozco; quizá porque amo a este país casi tanto o
más de lo que lo odio, sí, a partes iguales...
Y miren lo que les
digo: acabo de leer el libro en que se basa la peli y
puesto que me ha gustado bastante, tengo la sana curiosidad de ver y apreciar
hasta qué punto el guión cinematográfico se ha ajustado a la obra de Dolores
Redondo, autora que ostenta el Premio Planeta 2016, ahí es ná, que decimos por Murcia.
No, no me gusta que me digan lo que tengo
que ver y a dónde tengo que no ir, porque a una de sus actrices (secundaria en
el reparto del film) se le ha haya cruzado algún cable (o no) consiguiendo ser
en las olimpiadas de la idiotez, la más tonta y procaz.
No, no me gusta que
haya gentes que me recomienden “hacerle la cobra” a todo un
equipo de personas armadas con la ilusión de ilusionarme con su historia a
través de sus imágenes proyectadas en una pantalla de cine; quizá es que anda uno bastante escaso
de ilusiones...
¿Insulta e indigna quien quiere o quien
puede? ¿Me siento yo insultado cuando esa lenguaraz habla de que el español o
española es poco menos que un cateto inculto, una especie de sub hombre incapaz
de bajar del árbol y caminar con dos patas, o sea, piernas...? He visto el
vídeo de la tele vasca -tele pública para más inri- lo he escuchado con
atención y al terminar me he dirigido al espejo más próximo y me he mirado
bien; después de un buen rato de ver mi imagen, no he apreciado que haya
disminuido ni aumentado mi altura, ni que mis ojos hayan cambiado de color, ni
que las muchas
canas que aureolan
mi cabeza hayan ennegrecido, ni que las arrugas que dibujan en mi rostro
la geografía de mi vida hayan desaparecido, ni que mis dientes algo oscuros por nicotina y
alquitranes hayan blanqueado siquiera una pizca, ni que mis
problemas y ocupaciones y miedos y ansiedades diarias se hayan desvanecido.
Nada de eso ha ocurrido. Ahí
estaba yo, el
mismo de siempre, tan torpe e inteligente a partes
iguales, tal como me reconozco desde hace...muchos años.
¿Dónde está el insulto entonces? Yo por si
acaso lo he dejado en el retrete, he tirado de la cadena y me he vuelto a
sentar a leer.
Sé lo que soy. Nací en España y me siento español, hice
la mili lejos, en tierras lejanas, y besé y juré su bandera. Pero por encima de
todo soy o quiero ser un ser humano, un buen liberal que aprecia el don que me dio la vida, el
don más preciado, mi libertad. Y no va a venir a estas alturas del calendario de
mi vida una "tipeja" a robarme el derecho que tengo de
hacer con mi vida lo que me apetezca, siempre sin dañar la libertad de hacer lo
mismo del vecino más próximo o lejano, por supuesto.
Me acabaré el libro e iré al cine, y a lo mejor
hasta busco por Internet y me entero de cuándo es su cumple y le regalo otro libro, uno de Historia, de la Historia
de mi pueblo y del suyo, de la que hicimos juntos, para lo bueno y para lo
menos bueno. Porque este cateto y sub homo ibericus
(la tonta del bote dixit) que esto escribe y muy cargado de indignación, sabe leer y por eso sabe algo de Historia; y por eso mismo, añado, sabe que a las tontas y tontos del culo hay
que vacunarlos con cultura y con educación; la cultura y educación que yo tengo
y que
ella no.