Muy pocas veces nos topamos con lo extraordinario, con ese extraño suceso que pone en cuarentena las creencias más fundamentales sobre las que basamos nuestro vivir diario. No suele suceder, pero ocurre; hay pruebas fehacientes, comprobadas, medibles.
En realidad tales acontecimientos se manifiestan todos los días y si somos consciente de ello, eso puede ser motivo más que suficiente para que mantengamos la luz de la esperanza viva. Porque se muere cuando ya no hay caminos que explorar ni luces que seguir ni luchas en la que batirse. Velemos pues, estemos atentos, cultivemos la espera como un don muy preciado, alimentemos nuestras lámparas, porque nadie sabe el momento, la hora, el día en que lo extraordinario nos haga una visita.
No hay actitud más noble y digna que esa, rendirle culto a la esperanza, se presente o no ante nuestra puerta. Esperar en la esperanza ya es de por sí una valiente afirmación de vida....Y después de todo, no nos queda otra.