sábado, 14 de abril de 2012

Vampiro (sonata en rojo)



Tu vida se me escurre en el  latir salado de tus venas, mortal profecía.
Vienes y vuelves, una y otra vez, y yo sigo escuchando
el lamento de la brisa cortando en dos el verde del prado.
Pero ahora la sangre se derrama por entre mis recuerdos
y ya no veo más que cielos ennegrecidos lloviendo noches...
Anoche me alimenté de la ceniza estéril de mi existencia.
¡Oh, amada, no te detengas, regresa! amasa en mi pecho
el pan helado de tus besos y después vente al lecho que me acoge,
que quiero que en ti nazcan mil flores negras envueltas en terciopelo.

jueves, 12 de abril de 2012

Cosas veredes




Recuerdo que en algunas de las predicciones que leía yo de joven en los años 70 y principios de los 80 del pasado siglo (no me llames viejo, joven; tampoco hace tanto, ¿eh?), figuraba la imprescindible "educación para el ocio" en vista del imparable avance de las máquinas en general y de la robótica en particular.

Las perspectivas entonces eran que puesto que los robots podían llevar a cabo la mayoría de los trabajos con igual o mejor eficiencia que nosotros, por qué no les dejábamos a ellos las tareas productivas mientras los humanos nos ocupábamos única y exclusivamente del placer de vivir. La inversión en un robot puede que sea demasiado onerosa en un plazo breve, pero a la larga su rentabilidad es enorme; no comen ni beben, no duermen, trabajan todas las horas que les echen los programadores con un mínimo de mantenimiento que siempre sería más barato que mantener a un humano en el tajo; estarían ocupados 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año.

Por otra parte, nada de ahorrar para la vejez y para el pago de pensiones; cuando caducaran sus circuitos, se les cambiarían por otros nuevos y otra serían perfectamente aptos para formar parte de la Cadena Mundial de Montaje de la Factoría.

Sin huelgas ni sindicatos, sin jubilación ni gastos de tanatorio y entierro; vamos, los obreros ideales para cualquier empresario; sólo un poco de aceite por aquí, unas pilas nuevas por allá y listos otra vez para la producción.

Naturalmente que para ello se necesitaría una educación radicalmente distinta a la actual para la masa de estudiantes que poblarían nuestros centros escolares y universitarios. Sería muy importante el saber emplear tanto tiempo libre, por lo que los programas educativos sufrirían cambios rotundos; ya no se trataría de educar a los niños y niñas en producir más y más de forma altamente competitiva, sino en saber qué hacer desde que te levantas por la mañana hasta que te acuestas a cualquier hora sin dañarte a ti mismo, a los demás ni al medio ambiente.

Luego venía la parte más interesante; los beneficios de las empresas se repartirían equitativamente entre todos (lo hacían por edad, por necesidades o pura y simplemente por orden de petición entre otras escalas), el consumo y la alegría serían crecientes y por lo tanto los réditos empresariales irían en un aumento constante. Un mundo feliz, con sus habitantes "ocupados" en el disfrute y en el consumo las 24 horas del día, 7 días a la semana, 365 días al año...

Los robots hacen el trabajo y tú y yo y todos cobramos el sueldo, y el mundo sería un estallido de pura alegría. ¿Te lo imaginas? Siete mil millones, diez mil, veinte mil millones de seres apuntándose como locos a circos, carnavales, festivales, competiciones deportivas, siestas, comidas, marchas y excursiones; el regocijo se escucharía en los confines de la galaxia. La verdadera revolución que no supieron ver tantos y tantos revolucionarios de siglos anteriores.

Tal que ahora.
Los nuevos robots requeridos por la clase dirigente de nuestro planeta parece ser que no serán de acero y aluminio o silicio, sino de carne y hueso, sangre y vísceras. Quizá, y dándole toda la vuelta a la parábola futurista, los nuevos "disfrutadores", los Nuevos Amos, sí puede que su naturaleza sea ya de acero y aluminio; al menos sus corazones sí dan prueba de ello. Son duros, rocosos, insensibles, implacables y desprovistos de toda piedad; fríos como el hielo que baila inmerso en el brillo sedoso con sabor a malta de sus güisquis carísimos.

Hombres y mujeres con sentimientos duros como el cemento; tetas hinchables a voluntad, ellas, próstatas de diamante, ellos...


Son auténticos robots humanos dominando a la máquina sin dios, ni futuro ni cielo, turba maloliente educada en la estúpida contemplativa de los múltiples programas de todas las televisiones del mundo, que come y bebe demasiado, que no enferma gratis porque no se muere, que molesta a sus Amos en sus hoteles, hospitales, escuelas de alto "standing", balnearios, palacetes, retiros veraniegos, playas, santuarios, calles y aceras de las ciudades perturbando su descanso y su relajo...

Y es que molestan tanto, tanto incomodan a los Nuevos Amos, después de permanecer ellos tantas horas detrás de las pantallas de sus amigos los ordenadores, sus aliados naturales, los que les están ayudando a diseñar a la Nueva Humanidad...Esas máquinas amigas por otro lado que tanto saben de nosotros, de nuestras ansias más íntimas, de nuestros vicios y querencias, que no huelen, ni comen, ni beben, ni eructan, que no molestan a sus Diseñadores en sus ratos de placer y descanso, porque basta con desenchufarlas para que se callen, para que se mueran sin pena ni llanto; además, son tan reciclables...

NOTA.- Recomiendo muy severamente que se revisionen los films "Metropolis" de Fritz Lang y "Tiempos modernos" de C. Chaplin, y que se relean los libros  "Un mundo feliz" y "1984", de Huxley y Orwell respectivamente 


miércoles, 11 de abril de 2012

Imagination



Seguro que lo dijo para calmar mi habitual angustia, con toda la buena intención de que era capaz, lo sé...
-Bah, no te preocupes; seguro que no es lo que parece. Es sólo un producto de tu imaginación.
Yo pensé: "¡Valiente idiota! ¿Acaso hay algo de lo que nos sucede que no sea producto de la imaginación?"

lunes, 9 de abril de 2012

La solución




-¡Pero eso no me trae solución alguna a mis problemas!- me dijo irritado.
-¿Solución? ¿Qué quieres decir exactamente con esa palabra, Peter?
-Quiero...Oye, Jack, me gustaría que "mi vida" simplemente discurriese por los senderos que desde siempre he proyectado que lo hiciera. Eso es todo. ¿Acaso es mucho pedir? -me contestó absolutamente cargado de razón.

Me quedé en silencio mientras encendía el enésimo cigarrillo del día con toda parsimonia. Cumplida la liturgia de inspirar y expeler humos, escancié un poco de whisky "single malt" en mi vaso vacío y me volví a él de nuevo.
-Dices "tu vida".... ¡Vaya! Tú y tu vida....Al parecer hablas de dos acontecimientos conectados pero separados de hecho, ¿no? Jack. Como lingüista que eres, sabrás que cuando usamos los posesivos establecemos una separación, ¿no es así? Por un lado estás tú y por el otro lo poseído, en este caso "tu vida". Pero si tú no eres "tu vida", ¿dónde estás tú entonces? ¿Quién eres?... Y sobre todo ¿Qué puñetas eres? -Le espeté sin dejar de mirarlo directamente a los ojos.

Aprovechando que permaneció callado por unos instantes, me acerqué a la ventana y le pedí que viniera hasta allí.
-Ven. Mira, sólo mira afuera. No digas nada, calla; no te pido que hagas otra cosa.
-Uhm....Impresionante, de veras….- me comunicó después de unos segundos de estar contemplando aquel sublime atardecer. El sol último jugaba al escondite con los pinos del bosque, derramando sus rayos de oro por entre la primera niebla nocturna. La calma del momento relajaba la visión de ambos, hasta parecer que el tiempo se había detenido.


-Eso es todo, Peter. Ahora Tú  y Tu vida podéis seguir discutiendo qué es qué y quién es quién; pero ya te adelanto, que en ese tipo de conflictos no hay solución posible que os contente a los dos al mismo tiempo ni con la misma medida- le dije dejándolo allí un tiempo junto a la ventana. Peter parecía extasiado, hipnotizado por el trozo de realidad que se mostraba a sus ojos. Cuando lo creí oportuno, añadí:
- La solución que pides, cualquier solución a cualquier problema que la vida te plantee, requiere como condición inexcusable que uno de los dos "contendientes" deba desaparecer.


Cuando se volvió a mí, me miró de hito en hito, un tanto aturdido quizá,  pero siguió en silencio unos segundos más con los ojos puestos de nuevo sobre la extraordinaria vista que se colaba por la ventana. Luego abrió la puerta de la habitación y sin decir palabra alguna abandonó la estancia.
No volvimos a vernos jamás, aunque confieso que realmente nunca estuvimos muy lejos el uno del otro...