Amargos recuerdos me trae hoy la memoria. Poco faltó para que los españoles anduviésemos de nuevo la Historia hacia atrás reviviendo tristes decenios, siglos quizá, en los que como país fuimos menguando y como ciudadanos casi dejamos de existir como tales. Faltó un tris, que se dice, pero el bravucón y su histriónica tropa hizo finalmente mutis por el foro y todo quedó, a fin de cuentas, en un buen susto del que mi padre no se recuperó jamás.
Valgan estos versos que días después de aquel torpe suceso escribí, para rememorar una vez más aquellas angustiosas horas.
Valgan estos versos que días después de aquel torpe suceso escribí, para rememorar una vez más aquellas angustiosas horas.
El viento acerado de la tarde
afiló el alma de sus fríos cuchillos
en las arrogantes hombreras del miedo.
Y en aquella noche
atravesada de mensajes y de oscuros presagios,
de voces, bilis, democracia mal digerida
y de disparos,
a la Historia se le enredó en sus manos,
manos torpes de greda atormentada,
una España tiritona y seca
con sabor a hiel y a desengaño,
con recuerdos airados nacidos desde el horror.
Y volvieron a deslumbramos las banderas de una guerra
de hambre y de venganzas
que algunos pretenden no acabarla nunca.
Y vimos la mañana de los transistores agónicos,
cuando el esperpéntico bigote mostró
tras su urdimbre mocosa_
la vergonzosa redención de unos entes
dedicados al borrón en cuentas nuevas,
a humillar con sus bayonetas y braguetas
de impotentes sayones
a Don Quijote y a Panza,
al que sueña y al que espera en la concordia de la palabra,
en los silencios umbrosos de una libertad tan deseada.