I'd spend a whole life time awaiting on you
if I just was sure enough to meet you any day,
no matter how, where or when.
(The pic belongs to Leonid Afremov)
sábado, 30 de octubre de 2010
martes, 12 de octubre de 2010
Simplicisimus ille
La alegría antes de los 40 años es más que nada una emoción puramente biológica; las hormonas vitales mandan, y a menos que tengas el cerebro enfermo el futuro te lo pintas casi siempre luminoso, radiante, como envuelto en cierta euforia muchas veces carente de causa o motivo alguno. Juegas a vivir y la vida te monta, y no paras de correr y correr aunque no sepas a ciencia cierta hacia dónde ni por qué. Devoras etapas sin detenerte demasiado en saborearlas mientras quemas toneladas de hormonas en el altar de la urgencia. Vives en la lírica de las emociones, y aunque no se te ocurra escribir un verso o leer los poemas de los demás, lo que es ser un poeta lo eres. Mal que te pese.
Entre los 40 y los 60 la alegría puede que tenga un alto componente químico; o bien el alcohol o las pastillas de cualquier clase hacen que te engañes, haciéndote creer que todavía habitas el presente eterno de la juventud, el cual tarde o temprano te saciará de dicha, real o imaginaria, pero de dicha al fin. A lomos de esa mentira, no paras de construir para ti y para los tuyos paraísos sin retorno en la etapa más extensa y productiva de la existencia humana. Polvo a polvo (los numeras y los magnificas; los otros lo hacen, ¿no?) escrituras el futuro en una prosa épica y a veces heroica haciendo planes a medio y largo plazo, mientras que sin darte mucha cuenta las hojas del calendario van cayendo a tus pies...Un buen un día te das cuenta con gran sobresalto de que estás a las puertas del otoño de tu vida y de que el invierno viene crudo.
Entonces, mientras descubres el sentido real de la soledad, con sus luces y sus sombras, quizá te preguntes el por qué y el para qué de muchas empresas que iniciaste y que se amontonan en el baúl de los finales inacabados, agotadas de tanto danzar en el imaginario ...
A partir de los 60, vuelves al verso y los hay que también se agarran desesperadamente a la química. Sin embargo, la vida te da la oportunidad de encontrar la verdadera alegría, o tal vez mejor sería decir reencontrarla; esa que abandonaste a las puertas de la adolescencia cuando descubriste avergonzado ciertas pelambreras en algunos de los pliegues más íntimos de tu cuerpo.
Es la alegría de estar vivo y saberse tal, la de ser uno mismo y gustarte, la que no depende de nada ni de nadie, la del juego de ganar y ganar con sólo despertarte y saltar de la cama a la espera de la emoción al torcer cualquier esquina del día; ese algo misterioso más allá de este espacio y del tiempo que bien pocos han visto y satisfecho; sólo los simples y los sabios que en el mundo han sido...
Pero en el caso muy posible y hasta probable de que no vislumbres ese estado de placer mental, te queda el consuelo de la alegría del aburrido.
Entonces te detienes a cada momento, sobre todo cuando las contrariedades de la vida te parecen poco menos que la historia interminable contada por un loco al que quieren hacer pasar por cuerdo. Entonces, digo, miras el reloj y te dices:¡Buf, menos mal que ya va quedando menos...!
sábado, 2 de octubre de 2010
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