miércoles, 30 de septiembre de 2009
Y el silencio olía a ti
Fue un atardecer de oro.
El río vestía de verde viejo,
puñales de sangre abrieron la noche.
Entre el suave meneo de aires y cañas,
la luz estalló a lo lejos.
Los lazos de la brisa anudaron
terciopelos negros en mis dedos,
mientras el sol se cuajaba en sombras
que orillando contrastes,
buscaban con sus lenguas
la atonalidad distante de todas las cosas.
Mecida por el véspero,
la imagen rota de una idea
dejó de ser pasado imperfecto,
y en un hueco de mi memoria
comenzó a crecer un musitado “te quiero”.
El vago perfil de tu presencia
esbozó entonces el paisaje de un sueño,
y un perfume añejo como el tiempo,
saboreó el lento desfilar de la horas.
Y fue la mañana
y ya no eras.
Rumoroso, quedo, primitivo,
el río fue levantando árboles,
bañando hojas,
y en la soñolienta agridez del nuevo día
mi Yo pregonó su silencio,
y el silencio olía a ti.
sábado, 26 de septiembre de 2009
B.B. cumple los setenta y cinco
Confieso que me ha cogido de sorpresa, porque no creí jamás que uno de mis mitos eróticos fuese tan mayor. Y es que madame Bardot, la BRIGITTE, la francesita de labios carnosos que mi imaginación los hacía cumplidores al tiempo que modélicos, completará el lunes su 75ª vuelta alrededor del sol.
Aquella BB sensual donde las haya y tan apetecible, al igual que The Beatles, o The Rolling Stones, o Bob Dylan y tantos otros maestros del arte y de la imaginación, fue uno de aquellos "objetos pop de culto" que la dictadura franquista nos robó a los jóvenes y no tan jóvenes de aquella maravillosa década de los 60 de la que tuvimos noticias completas tarde, demasiado tarde para alistarse uno en sus filas y defender o saborear los ideales y las imágenes de todos aquellos mis héroes de leyenda juvenil, que en aquellos dos históricos lustros pasearon su existencia por el calendario en sombras de aquella España cuartelaria de misas y rancho pobre.
Aquella francesita prototipo de la Lolita de Nabukov, la de la voz insinuante de la primera versión de "je t'aime, moi non plus", la musa francesa que exportó su imagen y semejanzas a todo el mundo hasta hacer exclamar a De Gaulle que junto con la Renault, era el objeto mejor exportable de la douce France, llegó tarde a mi vida, como tantas cosas para los de mi generación de confesionario y viernes de pasión y penitencia.
Pero como más vale tarde que nunca, el icono sexual de los 60, tarde, muy tarde, ya digo, se me presentó una noche en la pantalla del cine Galindo susurrándome deseos inconfesables mientras su esposísimo, un tal Roger Vadim, me comunicaba por el otro oído el mensaje principal de aquella velada de cine y pipas: Et Dieu crèa la femme.
Fue entonces cuando comprendí el Génesis de mis sueños y ya todo no fue igual, a pesar de que Moisés se empeñó una y mil veces en recitarme el Decálogo judío desde la cumbre de su Sinaí.
Su recorrido posterior por los salones de la política me resbalan por los canalillos del olvido...Que si defendió a los animales pero atacó a los inmigrantes, que si esto y lo de más allá...
BB, la única "gabacha" a la que concedería mesa, techo y cama (bueno, lo de cama es mucho decir) se me quedó hospedada en los circuitos más nobles de mi memoria como lo que fue y representó en la vida de tantos hombres de cualquier longitud y latitud de este planeta; como la compañera a la que alguna vez quisimos tener y poseer, aunque sólo fuese por alardear de hembra o por aprender su lengua, que era tan dulce entonces como la geografia de piel y besos de su cuerpo.
Dios me perdone y nos tenga a los dos en su bendita Gloria cuando haya menester.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Post estío
Se apagan los días del verano y con ellos se marchan mis pasos
sobre las arenas del viento al destierro del frío invierno,
cubriendo todos mis empeños en pura arqueología rústica,
jardines de piedra, plegarias inútiles cobijando bajo el temblor
de mis hogueras la banalidad de mis sueños.
Queda aquí mi alma a las puertas del ocaso editando silencios,
tropezando como es ya habitual en mí entre ayeres y entonces,
pero respirando confiadamente de nuevo -¿por qué no?-
por entre las grietas de tu recuerdo,
mientras busco afanosamente el lenguaje que encontré en tus labios,
palabra húmeda en la noche insomne de la carne,
momentos de unos días en los que me perdí en tu sexo.
martes, 1 de septiembre de 2009
El duelo
Para uno, que es muy particular y así me reconozco y me lo reconocen los pocos que pretenden conocerme, con el último trallazo de la traca de la Feria de agosto, pone fin al año y se prepara para cubrirse con la mortaja del otoño. Tal que la idea crística; muero para renacer otra primavera, otro verano, si el Autor de mi vida así lo quiere o se le antoja.
Y como no teniendo nada en particular que decir todavía -mentira podría, claro, pero....- he encontrado en mis viejos papeles un poemilla que escribí allá por mi primera juventud dedicado al duelo; en concreto, la idea me vino inspirada al asistir al duelo por la muerte en trágicas circunstancias de un tío mío.
Que lo llores con provecho, tú, ser inteligente que has acertado a llegarte a este pago, con razones o al albur; que en los ignaros dictámenes de la divina providencia viene a ser lo mismo.
Nadie lo supo hasta que lo encontraron muerto.
En su mano pendía algo escrito,
quizá una factura,
algún recibo,
algún verso…
Vaciaron de tierra su tumba,
cercaron de soledad el huerto,
el notario certificó la despedida
y una lápida encarceló sus sueños.
El suelo irradiaba fuego;
por la piel quemada del paisaje
vagaba el estío ocioso.
La vecina seguía engañando al prójimo,
el señor feudal recuperaba lo perdido,
el cura llenaba de lágrimas el púlpito
-el confesionario olía a infierno-.
De noche, el mundo acurrucado en sombras
ponía sordina a la frustración
recortada en densos silencios,
mientras la pareja de civiles hacía la ronda
junto al abandonado convento.
Don Gaspar despertaba a su señora
-cien kilos de grasa y sebo-
mientras le echaba la pierna por encima
escondiendo el alma tatuada entre sus senos.
En la casa de enfrente se encendían “avemarías”.
El pueblo entero hacía la corte y el honor
a la joven viuda en su duelo.
Viejos consejos,
sobadas maneras,
un chiste mal ocultado,
cansancio en los llantos,
profundas ojeras.
Don Braulio,
soltero de profesión,
cincuenta años esperando desde su varonil acera,
ve alejarse la ilusión de llenar
de femeninas curvas su malgastada cama;
la cena, abundante y como siempre exagerada,
llenaba de gases la cárcava
y juntando con apuros las nalgas
rezaba por no explotar en silbidos y truenos
en aquella santa casa,
en donde las musitadas plegarias
ahuyentaban el ruido del dolor entresijado en las almas.
Pasaban las horas,
el frío tiritaba entre mandíbulas huecas.
La zorrera tabaquil nublaba la mirada
de Don Braulio,
empeñado en examinar a la enlutada viuda,
la cual, al tiempo que ensartaba los rezos del rosario,
había dejado escapar al suelo
-más por cansancio que por otra vana querencia-
el velo protector de sus piernas.
La noche resbalaba entre suspiros y ayes.
Los gallos daban sus iniciales cantos.
Había sueño en las escasas palabras
y los rezos y consejas habían hecho ya
la última despedida al muerto.
Poco a poco la parroquia se fue marchando,
y entre "adioses" y “hasta mañanas”
el muerto y su heredad
se fueron quedando solos.
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