lunes, 13 de julio de 2020

Las Pequeñas Grandes cosas

Son las 11’30 de la mañana y vienes de Mercadona cargando dos bolsas. El calor ya aprieta a esa hora y mientras vuelves a casa, en ese kilómetro escaso que tienes que andar buscando las sombras escaqueadas de los edificios, sudoroso, cansado, con las fascia plantar aullando, detrás de la asfixiante mascarilla que sabes no puedes quitarte, sólo piensas en una cosa.
Llegas por fin a casa; descargas los bultos, te pones fresco, agarras el espray de los chinos y te rocías profusamente la cabeza con agua; luego vas al congelador del frigo, sacas un vaso que ya te habías reservado previamente, coges un bote de Estrella, lo destapas, enchufas el ventilador y delante de él escancias la birra en el vaso helado; y bebes, despacio, saboreando el momento…
Ese primer sorbo es el escalón previo al Paraíso.
Vuelves a llenar el vaso, te tomas otro trago y te sientas a hablar con el mismísimo Dios. Ha costado llegar al Cielo, pero esa mañana lo has conseguido.

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