jueves, 12 de abril de 2012

Cosas veredes




Recuerdo que en algunas de las predicciones que leía yo de joven en los años 70 y principios de los 80 del pasado siglo (no me llames viejo, joven; tampoco hace tanto, ¿eh?), figuraba la imprescindible "educación para el ocio" en vista del imparable avance de las máquinas en general y de la robótica en particular.

Las perspectivas entonces eran que puesto que los robots podían llevar a cabo la mayoría de los trabajos con igual o mejor eficiencia que nosotros, por qué no les dejábamos a ellos las tareas productivas mientras los humanos nos ocupábamos única y exclusivamente del placer de vivir. La inversión en un robot puede que sea demasiado onerosa en un plazo breve, pero a la larga su rentabilidad es enorme; no comen ni beben, no duermen, trabajan todas las horas que les echen los programadores con un mínimo de mantenimiento que siempre sería más barato que mantener a un humano en el tajo; estarían ocupados 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año.

Por otra parte, nada de ahorrar para la vejez y para el pago de pensiones; cuando caducaran sus circuitos, se les cambiarían por otros nuevos y otra serían perfectamente aptos para formar parte de la Cadena Mundial de Montaje de la Factoría.

Sin huelgas ni sindicatos, sin jubilación ni gastos de tanatorio y entierro; vamos, los obreros ideales para cualquier empresario; sólo un poco de aceite por aquí, unas pilas nuevas por allá y listos otra vez para la producción.

Naturalmente que para ello se necesitaría una educación radicalmente distinta a la actual para la masa de estudiantes que poblarían nuestros centros escolares y universitarios. Sería muy importante el saber emplear tanto tiempo libre, por lo que los programas educativos sufrirían cambios rotundos; ya no se trataría de educar a los niños y niñas en producir más y más de forma altamente competitiva, sino en saber qué hacer desde que te levantas por la mañana hasta que te acuestas a cualquier hora sin dañarte a ti mismo, a los demás ni al medio ambiente.

Luego venía la parte más interesante; los beneficios de las empresas se repartirían equitativamente entre todos (lo hacían por edad, por necesidades o pura y simplemente por orden de petición entre otras escalas), el consumo y la alegría serían crecientes y por lo tanto los réditos empresariales irían en un aumento constante. Un mundo feliz, con sus habitantes "ocupados" en el disfrute y en el consumo las 24 horas del día, 7 días a la semana, 365 días al año...

Los robots hacen el trabajo y tú y yo y todos cobramos el sueldo, y el mundo sería un estallido de pura alegría. ¿Te lo imaginas? Siete mil millones, diez mil, veinte mil millones de seres apuntándose como locos a circos, carnavales, festivales, competiciones deportivas, siestas, comidas, marchas y excursiones; el regocijo se escucharía en los confines de la galaxia. La verdadera revolución que no supieron ver tantos y tantos revolucionarios de siglos anteriores.

Tal que ahora.
Los nuevos robots requeridos por la clase dirigente de nuestro planeta parece ser que no serán de acero y aluminio o silicio, sino de carne y hueso, sangre y vísceras. Quizá, y dándole toda la vuelta a la parábola futurista, los nuevos "disfrutadores", los Nuevos Amos, sí puede que su naturaleza sea ya de acero y aluminio; al menos sus corazones sí dan prueba de ello. Son duros, rocosos, insensibles, implacables y desprovistos de toda piedad; fríos como el hielo que baila inmerso en el brillo sedoso con sabor a malta de sus güisquis carísimos.

Hombres y mujeres con sentimientos duros como el cemento; tetas hinchables a voluntad, ellas, próstatas de diamante, ellos...


Son auténticos robots humanos dominando a la máquina sin dios, ni futuro ni cielo, turba maloliente educada en la estúpida contemplativa de los múltiples programas de todas las televisiones del mundo, que come y bebe demasiado, que no enferma gratis porque no se muere, que molesta a sus Amos en sus hoteles, hospitales, escuelas de alto "standing", balnearios, palacetes, retiros veraniegos, playas, santuarios, calles y aceras de las ciudades perturbando su descanso y su relajo...

Y es que molestan tanto, tanto incomodan a los Nuevos Amos, después de permanecer ellos tantas horas detrás de las pantallas de sus amigos los ordenadores, sus aliados naturales, los que les están ayudando a diseñar a la Nueva Humanidad...Esas máquinas amigas por otro lado que tanto saben de nosotros, de nuestras ansias más íntimas, de nuestros vicios y querencias, que no huelen, ni comen, ni beben, ni eructan, que no molestan a sus Diseñadores en sus ratos de placer y descanso, porque basta con desenchufarlas para que se callen, para que se mueran sin pena ni llanto; además, son tan reciclables...

NOTA.- Recomiendo muy severamente que se revisionen los films "Metropolis" de Fritz Lang y "Tiempos modernos" de C. Chaplin, y que se relean los libros  "Un mundo feliz" y "1984", de Huxley y Orwell respectivamente 


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