domingo, 18 de septiembre de 2011

La palabra nos mata...




...a veces...Con la polaridad negativa que todo tiene en este mundo, como un cuchillo que corta las ataduras o que se te clava en el corazón.

Pero no va la cosa por ahí. Como ahora tengo "todo el tiempo del mundo" (los que me conocen ya saben de qué hablo) se me ocurrió el otro día entrar en un debate de la Red que tenía la pinta de serio y poco verbenero, aunque a resultas de estar una hora pegado a la pantalla y al teclado, sonaron pitos y flautas en un sarao que abandoné antes de que me estallara en plena cara.
Quizá me metí en un charco que, para uno que es "de letras", era de una profundidad lo suficientemente honda como para salir a salvo de él sólo nadando correctamente; no haciéndolo al "estilo perro", que es como yo cruzo las piscinas ultimamente.

Se trataba de descifrar la esencia del ser humano, nada más y nada menos. Uno de los muchos internautas que se unieron a este viejo debate tan antiguo como la misma humanidad, con malos modos y palabras soeces intentó imponer su idea ultra materialista de que apenas somos un montón de huesos, piel y sangre por el que los mercados -esos que no paran de "jodernos" hoy en día- no darían ni un chavo.
Yo, que no soy lo que se dice un creyente cabal de misa, confesión y comunión, me he rebelado siempre contra tal idea; porque me parece miope, horra en imaginación y tal vez porque me jode verme así de pobre, tan absurdo y parco en historia presente y futura, con mi ego culposo tan trabajado por la vida pero tan apasionado todavía por ella, encapsulado en tamaño envoltorio. Así que me he parapetado bien en mis escasos conocimientos y le he disparado así:

Lo que más me fascina de las gentes como tú, es la extraordinaria seguridad que tenéis cuando os ponéis a juzgar la realidad de forma tan categórica.
- Parece como si que todo el relativismo de Einstein
- O la concepción dual de la luz de Louis de Broglie, algo irracional, pero cierto
- O el principio de indeterminación de Heisenberg
- O el tremendo trallazo que los físicos cuánticos le dieron a la física del siglo XIX cuando declararon que "es imposible observar algo sin cambiarlo", concepto que luego el mismísimo Max Planck apoyó cuando dijo que "la ciencia no puede resolver el misterio último de la naturaleza. Y ésto se debe a que, en el último análisis, nosotros mismos somos parte de la naturaleza y, por consiguiente, parte de ese misterio que tratamos de resolver"
-O el famoso teorema de Gödel, que afirma que una teoría no puede ser completa y consistente a la vez
- O el filósofo Karl Popper describiendo a la ciencia como "el arte de la supersimplificación sistemática"; o como "el arte de discernir lo que se puede omitir con ventaja en el análisis de la realidad"
- O cuando Wilder Penfield, eminente representante de la neurofisiología, confiesa en su obra Second Thoughts que "la mente es algo más que un mecanismo. En cierto sentido está por encima y más allá del cerebro, aunque parezca depender de él para su existencia misma", opinión que compartió el Premio Nobel Sir John Eccles al expresar que "cuantos más descubrimientos hacemos respecto al cerebro, más claramente podemos hacer la distinción entre los acontecimientos del cerebro y los fenómenos mentales..."
Parece como si todas estas declaraciones, todo el trabajo ingente que los científicos han realizado durante el pasado siglo, parece como si todo ello no hubiera existido jamás...

Yo, ni estoy de acuerdo con tu creencia racionalista ni dejo de estar con ella. Hay cosas, fenómenos en los que hay que suspender el juicio a la hora de interpretarlos; al menos hasta nueva orden.
De todas formas, la teoría de que sólo y exclusivamente somos un "saco de hormonas" realizando inclusiones químicas hasta que la muerte las detiene, es fea, antiestética e inmoral.

Porque si ello fuere verdad, nada me impediría matar a mi vecino que le ha tocado un hermosísimo pellizco en la lotería -es un decir- y que nunca disfrutará de ese dinero porque está paralítico en una silla de ruedas. Sólo la policía podría detenerme...si puede, claro.

Porque si ello fuere verdad, la moralidad o la legalidad de este mundo sólo estaría en función del legislador y de sus "amigos"; sería la ley del más fuerte para proteger su status y su nivel de vida de los más débiles o de los más tontos.
Los horrendos crímenes nazis ya no serían tan horrendos...

Y termino esta larguísima exposición (que sé que sólo tú leerás, porque también sé que estas cosas te divierten como a mí y te hacen "segregar" inteligencia) con una cita de Robert Barry extraida de su libro "Una teoría para casi todo".
Apoyando el teorema de la incompletitud de Gödel, aclara que "Otras pruebas de la inevitable incompletitud de los sistemas lógicos procede del área de la inteligencia artificial. Turing, en Inglaterra, y Church, trabajando independientemente en los USA, demostraron que no se podía diseñar ningún procedimiento que pusiera a prueba todas las afirmaciones de un sistema lógico y que demostrara que dicho sistema era verdadero o falso".

En otras palabras, hay al menos una afirmación que tiene que venir de fuera del sistema y no puede ser verificada dentro de él...
Y yo a eso lo llamo FÉ; fé científica, claro, pero fé, al fin y a la postre...

Ahora sólo falta un poco de buena voluntad para meter a Dios (cámbiale el nombre si te incomoda el palabro) en una ecuación que apoye al sistema ilógico en el que parece que nos desenvolvemos en estos tormentosos principios del siglo XXI; el trabajo merecería la pena, porque explicaría algunas cosas...

(La foto que acompaña al texto es de Glauco Dattini)

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