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A veces necesitas del tacto para saber,
que dentro de tus sueños existen
lenguas ardientes y manos viajeras
que desean estudiar los planos de tu jardín más íntimo;
y cuando ello ocurre, te dejas llevar
por la ley de la piel y ya no eres quien creías,
sino la sombra hambrienta
que grita y llora y gime mientras es poseída.
Entonces ya no importa mucho
si las caricias huelen estremecidas a sol que hiere
o a sirenas que deslizan su canto bajo las aguas de tu deseo,
que por las ingles doradas de los dioses
correrá igualmente el éxtasis,
mientras los caminos hacia adelante y hacia atrás
se entenebrecen,
se te nubla la distancia y recobras por fin
el sentido siempre incierto de tu existencia.