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Es inútil establecer la lucha entre Yo y mi ego, entre yo y mis apegos, por la sencilla razón que el ego estará siempre detrás de toda lucha, de todo conflicto, tratando de "ponerse la medalla".
Ya de por sí hacer dos bandos dentro de uno mismo es locura, es dividir, zanjar, separar, crear entes en guerra allí donde sólo somos UNO.
Nos confundimos con lo que somos cada vez que oímos, escuchamos y dialogamos con esa vocecita que más o menos está situada entre las cejas y detrás de los ojos....Pero allí dentro no hay tal cosa.
Aprendamos a negarnos aunque socialmente sea necesario nombrarse como Pedro o María o Alberto o...
Porque sólo el que se niega a sí mismo/a podrá merecer seguir al Maestro.
No luchemos pues contra nada que crezca dentro de nosotros, no intentemos derrotar a nuestras emociones, apegos o sentimientos porque con su derrota vendrá la nuestra.
Escuchemos en silencio....¿Pero sabemos realmente lo que es escuchar?
Escuchar es no juzgar aunque nos conmovamos por la emoción, escuchar es no dialogar con "esa vocecita delicada" que surge desde el centro de nuestra cabeza, escuchar es contemplar en el más absoluto
silencio dentro de cada uno el desarrollo de la vida, contemplarnos cómo lloramos, cómo reimos, cómo trabajamos, cómo nos movemos por y entre la gente. Escuchar es también involucrarnos con la Vida, mojarnos en ella, saciarnos de ella y perdonarnos absolutamente todo lo que nuestra experiencia nos traiga en el día a día....Y al final de cada jornada, borrar archivos, entregarse al vacío de la muerte en cada noche y confiar en la resurrección que trae el nuevo día mientras nos sumergimos en el silencio mental, relajamos el cuerpo músculo a músculo y nos dormimos.
Hay que reprogramarse la vida, hay que simplificar la vida, saber qué es imprescindible y qué no, luchar por conseguir un hogar protector, un cuerpo sano, un planeta limpio, un trabajo digno, un salario justo, personas a las que amar y a las que servir, sin vanas discusiones, sin intentos de convencer, huir de las vanidades, alegrar al afligido por la desesperanza y la enfermedad, consolar, curar, vendar la herida ajena, cantar, reír y danzar en todo momento y ocasión alabando aquello que se encarnó en ti y en mí para regocijo de todas las galaxias del Universo.
Porque no danza o canta o baila Pedro, Juan o Susana o quien sea, sino que somos el canto, somos la danza, somos la risa, somos el llanto, el grito, la esperanza, la tristeza y la alegría....Somos la Vida, somos el
Uno encarnado, viviendo en ti y en mí, somos el escenario en donde Dios canta y ríe y baila y llora...
No somos
NADA MÁS, créeme, tu nombre, tu historia, tu currículo es un astuto juego de la memoria que se dispara en cuanto alguien te pregunta: ¿quién eres tú?