lunes, 27 de septiembre de 2010

In the flesh


A veces necesitas del tacto para saber,
que dentro de tus sueños existen
lenguas ardientes y manos viajeras
que desean estudiar los planos de tu jardín más íntimo;
y cuando ello ocurre, te dejas llevar
por la ley de la piel y ya no eres quien creías,
sino la sombra hambrienta
que grita y llora y gime mientras es poseída.
Entonces ya no importa mucho
si las caricias huelen estremecidas a sol que hiere
o a sirenas que deslizan su canto bajo las aguas de tu deseo,
que por las ingles doradas de los dioses
correrá igualmente el éxtasis,
mientras los caminos hacia adelante y hacia atrás
se entenebrecen,
se te nubla la distancia y recobras por fin
el sentido siempre incierto de tu existencia.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Miedo


                                         Tres sucesos hay
                                         que vuelven loco a un hombre,
                                         el amor nunca saciado
                                         cuanto más deseado,
                                         la esperanza humillada
                                         tras el último velo de la mentira,
                                         y el saberse
                                         mitad inacabada
                                         para siempre.

(La foto pertenece a Patrick Desmet)

viernes, 10 de septiembre de 2010

La locura del deseo


Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución a los perros de su deseo.
La mujer cruza un puente sobre un río, salta sobre un muro, asciende a una montaña.
Los perros atraviesan el río a nado, salvan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando.
El hombre, cansado y decepcionado, sabe en su sueño que jamás podrá alcanzarla...
Cuando despierta, nota que hay una mujer a su lado en el lecho y el hombre descubre, entre maravillado y frustrado, que la dama a la que perseguía en sus sueños ya era suya. Siempre lo fue....

domingo, 29 de agosto de 2010

Passing angels


Oculto a los avatares del día,
distrayendo las horas entre los pensamientos verdes
del bosque cercano,
cierro la puerta que jamás abrí
y me sumerjo en las ingles húmedas de mi jardín,
en donde ningún ojo ajeno pueda estudiar
la geografía prohibida que a todos escondo.
Y allí me hago árbol, piedra, río,
golondrina, aire, distancia,
eternidad y recuerdo,
mientras mi yo esencial se deja llevar
por el incesante y sutil paso de los ángeles.

viernes, 20 de agosto de 2010

El jardín perfumado.



El siguiente poema es un pequeño fragmento de El Jardín Perfumado, escrito aproximadamente entre el año 1410 y el 1434 por el Jeque Al-Nafzawi. Se trata de un manual al estilo del Kama Sutra, plagado de sugerencias y consejos para convertirse en un buen amante. El nombre completo del poema es El Jardín Perfumado de los Placeres Sensuales. Imaginamos que el lector sagaz no necesitará una aclaración sobre la metáfora.

Lo curioso es que a pesar de las miles de incoherencias del texto, junto con una infinidad de posiciones sólo realizables si se posee la flexibilidad de un monje shaolín, el poema conserva algunos consejos que bien pueden ser aplicados hoy en día.



"Has de saber, ¡oh!, Visir (¡la misericordia de Dios sea contigo!), que si deseas experimentar una cópula agradable, que proporcione igual satisfacción y placer ambas partes, es necesario retozar con la mujer y excitarla mediante mordiscos, besos y caricias. Vuélcala sobre el lecho, unas veces sobre su espalda, otras sobre su vientre, hasta que veas que ha llegado el momento del placer. Excítala besando sus mejillas, chupando sus labios y mordisqueando sus senos.

Besa su ombligo y sus muslos y apoya una mano provocativa sobre el pubis. Muerde sus brazos y no olvides ninguna parte de su cuerpo. Tómala estrechamente hasta que ella sienta tu amor, luego suspira y entrelaza tus piernas y brazos con los suyos.

Cuando veas los labios de una mujer temblar y enrojecerse, y languidecer sus ojos y hacerse sus suspiros más profundos, sabrás que desea copular. Éste es el momento para situarse entre sus muslos y penetrarla. Si has seguido mis consejos, ambos disfrutaréis de una noche encantadora que dejará un recuerdo delicioso.

Por tanto, hombres, cuando hayáis conducido a la mujer a la condición favorable, introducid vuestro miembro, y si entonces os preocupáis por moveros de la manera adecuada, ella experimentará un placer que colmará todos sus deseos. No abandonéis todavía su pecho.

Dejad que vuestros labios vaguen por sus mejillas y vuestra espada repose en su vaina. Tratad ardientemente de excitar su sexo y así vuestro trabajo será dignamente coronado. Si gracias al favor del Todopoderoso, lográis el éxito, tened cuidado de no retirar vuestro miembro. Permitidle que permanezca y apure la copa del placer. Prestad atención y escuchad los suspiros y quejas y murmullos de la mujer, puesto que ellos atestiguarán la violencia del placer que le habéis procurado.

Alguien ha dicho: Si deseas copular, coloca a la mujer sobre el suelo, abrázala estrechamente y pon tus labios sobre los suyos. Luego apriétala, chúpala, muérdela; besa su cuello, sus senos, su vientre y sus flancos; estrújala contra ti hasta que el deseo la debilite y, al verla en este estado, introduce tu miembro. Si obras de este modo, vuestro goce será simultáneo, y ése es el secreto del placer. Pero si olvidas este plan, la mujer no satisfará su deseo ni obtendrá goce alguno.

Y cuando el cese del goce ponga fin a vuestros juegos amorosos, no os levantéis bruscamente. Retirad vuestro miembro con circunspección, y permaneced con ella yaciendo sobre vuestro costado derecho en este lecho de placer. De este modo, todo saldrá bien, y no seréis como aquellos que montan a una mujer como lo haría un mulo, sin conceder atención a los principios del arte, retirándose y alejándose tan pronto como han eyaculado. Evitad un método tan burdo, que priva a la mujer de todo placer. Para resumir, incumbe al conocedor de la cópula no omitir ninguna de mis recomendaciones, puesto que de su observancia depende la felicidad de la mujer.

No bebas agua de lluvia inmediatamente después del amor. Es aconsejable descansar después del amor y no practicar ejercicios violentos.

Si deseas repetir el acto, perfúmate con dulces aromas y luego acércate a la mujer y alcanzarás un resultado feliz."

(El Jardín Perfumado.
De cómo convertirse en un buen amante, Al-Nafzawi.)

lunes, 9 de agosto de 2010

Al Amor


Porque el Amor es fuego; y cuando digo
te quiero, oh Dios, te quiero,
ante tus ojos me transfiguro en esplendor
y siento que mi rostro arde y centellea.

Porque en el amor no cabe precio ni recompensa;
aunque amen los más ruines de los seres,
cuando aman al Amor, Él los acepta.

Porque bajo la apariencia ruin
de lo que uno pueda aparentar,
brilla la inocencia pura de la entrega
cuando ya es fruto del Amor,
lo que sólo de carne era.

miércoles, 21 de julio de 2010

Nastassia


La glotonería del obseso de sexo siempre acaba por ocasionarle serios problemas. Porque parece mentira que después de tantos siglos de civilizado romance y tanto escarceo amoroso publicitado por la especie, no hayamos entendido todavía que comido el pastel, desaparece el hambre.
Si hay que comer, se ha de hacer muy poco a poco, porque el trozo de belleza que a los humanos se nos fue concedido es parco, diseñado con avaricia y lleno de humo; y el humo termina por no ser nada más que eso, humo.
Heme aquí obnubilado por "otra nubecilla" de mi pasado, otro arabesco del humo de mi cigarrillo que intento que chupada tras chupada no se me acabe nunca, o al menos que no se me acabe tan pronto.
Esta otra fantasía además es falsa por dos motivos, por ser imposible que jamás se me queme con mi cigarro y porque ya no es lo que era; pero cuando era digna de ser fumada y bien fumada, a mí al menos me aficionó a leerme en sus ojos y a no jugarme lo poco que los dioses me dieron debajo de las sábanas de mi cama.
Porque sabía que en mis manos el pastel no me iba a durar ni un suspiro....Un suspiro de 10 segundos.

Tal vez por eso y por ella, dejé de fumar a solas en la cama. Prefiero que las cenizas blanquecinas de mi tabaco quemen el deseo de otras manos, de otras bocas, de otros labios...Todo con tal de que el pastel siga impoluto, entero, semoviente y tan apetecible como el primer día. En el momento en que me decida a hincarle el diente, se me acaba el pastel, el hambre y la vida misma.
Pues ya estoy en ello; es por eso que envejezco, gordo y harto como un glotón; por comer tanto y tan rápido del pastel de los dioses.